Q U I N C E

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Tomé otro sorbo de café mientras miraba a Susan y a Anton cocinar. Anton era el cocinero y Susan era ayudante de cocina y jefa de las pocas sirvientas que rondaban la casa una hora al día. Ella había sido quien advirtió a Los Siete sobre mi ausencia la primera vez que escapé, ella misma me lo había confesado después de darse cuenta que yo no era más que una pobre víctima.

Había pasado una semana entera desde la última vez que vi a Félix, una semana de tranquilidad. No podía evitar sentirme extraña con todo eso, podía... podía caminar por la casa, recorrer cada rincón sin ser golpeada, ni recibir comentarios amenazantes, ni malas miradas. Era como un fantasma, invisible y pasivo. A nadie le importaba lo que yo hiciera, dónde estaba o cómo estaba, simplemente respiraba, comía y deambulaba. Era aburrido, me estresaba escuchar el pitido del silencio, odiaba no tener nada que hacer, pero era un gran avance después de todo lo que había pasado. Aunque, por más que mi presencia les era igual e invisible, eso cambiaba cuando intentaba acercarme a sus habitaciones. No podía estar cerca de ellas, ni espiar hacia adentro, estaba prohibido.

Caminaba por el pasillo del segundo piso en dirección a la que ahora era mi habitación, que se encontraba casi al fondo. Antes de poder llegar a ella, mis pies se clavaron en el suelo. Miré a mi lado, donde estaba la habitación de Jason, su puerta estaba entreabierta. Nunca había ingresado en ese lugar ni mucho menos sabía cómo era y por eso era que la curiosidad me picaba en la nuca y subía por toda mi cabeza. Me debatí internamente si debía o no espiar un poco, sólo un poco.

Mordí el interior de mis mejillas. Sólo iba a echarle un vistazo.

La puerta estaba abierta sólo lo suficiente como para que uno de mis ojos pudiera ver por ahí, tal vez menos. Solamente alcanzaba a ver un mueble con libros encima y un escritorio, sobre de él había papeles y más papeles sin ningún orden, todos esparcidos sobre la superficie de madera. Arriba del escritorio había un estante con más libros, pero estos se veían más viejos y corroídos por el polvo, la humedad y el tiempo. Empujé la puerta con una patadita, ésta se abrió un poco más, silenciosamente, sin arrastrarse sobre el piso. El color negro decoraba las paredes y las cortinas, había una cama de dos plazas en el centro de la habitación que ocupaba gran parte del cuarto; tenía un edredón gris ceniza con almohadones blancos. Y ahí también estaba Jason durmiendo.

Mi corazón dio un vuelco.

Su rostro se veía calmado y... y tierno, se veía dulce, muy tranquilo. Tenía esas facciones varoniles que desaparecían cuando hacía una mueca y se veía tierno, como si su aspecto rudo fuera solamente una fachada y verdaderamente era sólo un niño herido, uno que tuvo que aprender a sobrevivir a las malas. Nadie sospecharía que ese chico de rostro lindo y delicado era el demonio en persona, la mano derecha de lucifer, un infierno personificado, un...

Se removió en la cama y mi respiración se detuvo. Seguía dormido, fue un susto, sólo eso.

Abrí un poco más la puerta, esta vez soltó un chirrido agudo por el cual Jason frunció su ceño y yo me paralicé. Esperé unos minutos, cualquier sonido que ocurriera tan pronto alertaría sus sentidos y corría peligro. Suspiré. Le eché un vistazo rápido a la habitación con la necesidad de buscar algo que mi cabeza estaba empeñada en encontrar. No sabía qué era, pero sí sabía que tenía que encontrarlo.

Hacía unos días comencé a sentir la necesidad de encontrar algo, algo que yo no sabía que era, pero lo sentía, sabía que estaba dentro de esa casa, la energía rebotaba en todas las paredes y chocaba en mí, las señales me llevaban a todos lados y a ninguno a la vez. No sabía si era algo material, tal vez no, pero algo me decía que iba más allá que un simple objeto.

Jason ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن