T R E I N T A Y U N O

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Fueron pocos minutos los que pasaron cuando los apodos comenzaron a llegar a mis oídos. El respeto que los hombres dentro de la mansión tenían hacia Jason era leal, lo respetaban y seguían a muerte. Pero no a mí. No. La ofensa la sentí al darme cuenta de que Jason no buscaba que me respetaran a mí, pues a sus hombres no les había dicho quién era, ni para él ni para nadie. Esos hombres creían que era una guerrera más; algo estúpido, pues mi aroma no disminuyó lo suficiente como para ser normal, por lo tanto seguía resaltando y luciendo, por lo que ya debían haberme conocido, o haberles advertido sobre mí. Demente, loca, atrevida fueron solo unas pocas de todas las palabras humillantes que esos hombres me habían dicho. Ni Sean, ni Alix estaban ahí para defenderme, y aún menos, Jason. No, no buscaba que alguien me defendiera, pero mi cabeza estaba en otro lado mucho más preocupante y no tenía tiempo para soportar los malos tratos. Sólo necesitaba alguien que detuviera las distracciones para que yo pudiera pensar tranquila, pero eso no iba a ocurrir, porque nadie estaba de mi lado, porque nadie me entendía.

Apoyé mi espalda en el respaldo del sofá para hacer más llevaderas las corrientes que pasaban por mi cuerpo. Mi respiración por cada minuto que pasaba se agitaba más, mis nervios aumentaban. Rondaba por mi cabeza el pensamiento de que alguien más habitaba dentro mío, alguien que sabía lo que sucedería, alguien que tenía la posibilidad de advertírmelo a través de sensaciones.

Era un gran problema el hecho de que alguien iba a atacar la mansión, buscándome, y sabía que no iba a dudar en usar mis puntos débiles para llegar a mí. Jason, Itza, Alix, Sean... personas que no creían en mí, pero que apreciaba mucho, tanto que no me iba a permitir que les sucediera algo, sabiendo que podía detenerlo. Y la única forma de detenerlo era dándoles lo que querían.

Un golpe se sintió dentro de mi pecho, justo en el lugar de mi, ahora, muerto corazón. El ambiente no era silencioso, las habladurías de los hombres podía escucharlos con facilidad, pero luego del golpe todo se silenció, logrando ese sonido sordo que aturdía mis oídos.

Me levanté del sofá y troté hasta un rincón de la habitación para así tener todo a mi vista, sin tener que preocuparme porque alguien intentara atacarme por la espalda.

—¡Jason! —grité a todo pulmón, y no me preocupé por quiénes me escucharon, pues cualquiera que se encontraba dentro de la mansión podía ubicarme a través de mi olor.

Silencio. Mi grito se perdió por los pasillos sin recibir respuestas.
Cuando decidí moverme, en total alerta, el estallido de los ventanales me aturdió. Algunos cristales llegaron a tocarme y a dañarme, y en unos segundos me encontraba en el piso con un agujero de 4 milímetros de radio en mi muslo derecho y una pieza de ese tamaño incrustada en la carne.

El frío, los olores y el ruido de afuera impregnaron la habitación. Los vidrios explotaron por una bala que los atravesó, a propósito, y se clavó en mi piel.

—Maldita sea... —maldije, mientras intentaba soportar el dolor ascendente que se produjo con el impacto en mi piel.

Mi pierna temblaba ligeramente. Intenté moverla, pero la dejé quieta cuando el dolor caló en mi interior con una ráfaga que me recorrió de pies a cabeza. Solté un chillido ahogado y débil.

Emboscada. Podía predecir lo que iba a suceder, podía evitarlo. No era una distracción, era para ganar tiempo. Ellos sabían que iba a estar ahí y que nadie me iba a apoyar, sabían mi estado ahora. Y yo sabía que estaban acercándose a mí más rápido de lo que podía imaginar. Probablemente hubieron adormecido a los hombres que estaban protegiendo la mansión, podía ser que los hubieron matado, Jason y el resto eran rehenes y estaban siendo arrastrados hacia mí en ese mismo momento. Un francotirador tenía que estar vigilando mis movimientos, un intento de escapar y otro balazo asegurado.

Jason ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن