T R E I N T A

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Tenía el corazón en la garganta. Sentía mi cuerpo palpitar y el frío recorrerlo. Bajaba sudor por mi frente, pero cuando quería quitarlo, ahí no había nada.

Estaba alucinando, creí, era una de las posibilidades del por qué todos mis sentidos estaban mucho más alerta que antes. Por eso todo me molestaba; desde una mota de polvo caer al piso hasta el tacto que hacían los microbios al recorrer mi piel. Era técnicamente imposible, por lo que, sí, me estaba volviendo loca.

—Regresemos —demandó Jason.

—Sí, tenemos que hacerlo. No podemos seguir estando aquí —Sean lo apoyó, golpeando la mesa y haciendo que sintiera la vibración recorrer todo mi cuerpo.

Mordí mi labio inferior hasta que sangró y los sentidos de los demás se pusieron alerta, pero no tanto como los míos.

—Jinny, ¿Qué crees que conseguiremos estando aquí adentro?

—¿Qué crees que conseguiremos estando en la mansión? —Lo reté con la mirada, Jason hizo lo mismo.

Éramos siete personas en la habitación: Jason, Alix, Sean, Itza, dos guerreros y yo. Estábamos en una de las habitaciones de la cabaña que había en el descampado; una pequeña casa escondida entre las malezas, rodeada de flores aromáticas y pinos altos que hacían que no pudiera verse desde afuera hacia adentro y viceversa. Abandonar esa cabaña requería de mucho peligro, era muy arriesgado; teníamos que estar atentos y preparados para lo que viniera.

Los dos guerreros que se encontraban con nosotros eran quienes informaban lo que sucedía en el exterior. Y ese era un problema, porque ellos no informaban nada, porque no había nada que informar. Las formaciones desaparecieron y ya nadie veía movimientos ni posibles amenazas. Jason creía que estaban trabajando mal o que había cosas que pasaban por alto y por eso no estaban informados. Era por eso que quería abandonar la cabaña para poder estar devuelta al mando y hacer todo como él quisiera. Y ahí se presentaba otro problema: para tomar el control había que ir a la mansión, y yo no quería ir a ese lugar.

Si hubiera sabido por qué...

Todo mi ser reaccionó negativamente ante esa opción, mi estado inconsciente iba a hacer todo lo posible para no ir, mi lado consciente no sabe el porqué. No, mi yo consciente no sabía nada de lo que estaba sucediendo.

—Jinny —Jason me advirtió. Su mirada podría lanzar fuego y su ceño estaba completamente fruncido. Estaba muy enojado—. Estando aquí adentro no sabemos nada. Aseguran que ya nadie quiere atacar; es imposible. Necesitamos ir a la mansión, sólo entonces podremos volver al mando —explicó como mejor pudo, sabía que estaba dando todo de sí para hacerlo, porque sus verdaderas intenciones eran dejarme de lado y hacer todo por su cuenta, algo que creía mejor, pero que para mí era una locura.

Con mis codos apoyados en la mesa, llevé mis manos a mi cabello y lo tironeé hacia atrás a la vez que solté un suspiro.

Quería saber quién era el que estaba actuando precipitadamente y se estaba dejando llevar por sus emociones. Quería saber quién era el que no confiaba en el otro. Pero creí que los dos estábamos en la misma situación, y ambas opciones (quedarse o irse) tenían su final marcado, pero no sabíamos cuál era el final bueno ni cual el malo. Estamos tirando la moneda al aire; los resultados estaban fijos, pero las decisiones estaban basadas en argumentos estúpidos.

—No quiero ir allá.

—¿Estamos discutiendo por un capricho? —Su enojo aumentó de subidón, su voz se elevó mucho más y llegó a ser una voz autoritaria y demandante, pero no hasta el punto de perder los estribos—. ¿Nos basamos en un «no quiero»? Jinny, no seas infantil...

Jason ©Where stories live. Discover now