V E I N T I S É I S

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Desde pequeña, uno de mis mayores pasatiempos era leer libros y libros de vampiros; Si no estaba leyendo, estaba preguntándole a Mark todo lo que los libros podían brindarme, pero más resumido; Si no hacía eso, les preguntaba a los niños vampiros de mi salón todo lo que sabían de ellos mismos; Si no preguntaba eso, hacía aquello, o eso otro, o no hacía nada. Pero todo siempre estuvo relacionado con vampiros.

Antes (mucho antes de que todo eso comenzara), mientras más conocimiento tenía, más a gusto me sentía. Tenía tanta necesidad de saber todo sobre los vampiros que no importaba el riesgo que corriera.

Pero ahora no. Ahora, lo único que quería era no saber más, quería arrancar ese conocimiento de mi cabeza. Muchas cosas que aprendí en tan poco tiempo, el exceso de todo ello, o tal vez darme cuenta de que para vivir en la realidad necesitaba saber cosas que estaban muy lejos de ser llevaderas. Arrasaban conmigo.

Baltasar. Ese hombre había mencionado una profecía, una profecía que se estaba cumpliendo. No necesitaba nombres ni características para saber de quién se trataba.

¿Quién más pudo haber roto una generación de sangre? La generación de sangre era un patrón que fue roto conmigo, con un quinta sangre. Con un error, un error que formaba parte de una profecía y que estaba destinado a causar desastres. Un error, eso era yo, un simple fallo en la genética que iba a repercutir enormemente en la sociedad.

Mis padres, ellos fueron asesinados por un grupo de vampiros que me buscaban a mí para evitar que la profecía fuera cumplida, para evitar que sucediera algo que podía causar la destrucción misma. Si lo hubiera sabido antes, habría estado de acuerdo con acabar conmigo, con tal de evitar todo lo que estaba por ocurrir.

Ahora solamente sabía que debía hacer todo lo posible para acabar con lo que venía, porque no podía evitarlo, ya no, porque en otra parte del mundo ya estaba ocurriendo. Estaba ocurriendo algo que yo causé.

—Pequeña —Jason dijo con tono de advertencia, enviándome una mirada de reproche.

Solté un suspiro inestable por el nudo que comenzó a formarse en mi garganta. Me acerqué a él y hundí mi cabeza en su cuello.

—Es mi culpa.

—No. No lo es —negó él.

Me tomó bruscamente por los hombros y me separó de sí. Sus ojos se clavaron como dagas en los míos y me miraron con molestia y enojo.

—Si lo es, yo...

—Todos somos objeto de esto, Jinny. Y tú también —aclaró. La dureza en su voz junto con la expresión en su rostro logró que mis ojos se inundaran de lágrimas. Sus facciones se relajaron rápidamente y en su boca apareció una mueca—. Esto no puede evitarse, y lo sabes. Es algo que ocurrirá, hayas sido tú u otro quien esté en tu lugar, pero esto, tarde o temprano, iba a suceder. Tú has tenido la mala suerte de ser la elegida para ocupar ese rol.

Inevitablemente, mi labio inferior se subió y formó un puchero que no pude controlar, y de mis ojos comenzó a caer una cascada de lágrimas que se llevaban todo, todo el dolor y todo lo que estaba sufriendo en ese momento. Porque yo era un peligro. Porque yo era un error.

—¿Por... por qué yo...? —lloriqueé cerrando mis ojos. De verdad detestaba que me vieran llorar, pero, simplemente, ya no podía controlarlo.

Jason se arrastró entre las sábanas y volvió a fundirme en un abrazo protector. Sentí sus labios dar besos por todo mi rostro, me tranquilizaron, me hicieron sentir protegida y querida contra una fuerza mayor que prontamente iba a acabar conmigo.

Jason ©Where stories live. Discover now