D I E C I O C H O

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Golpeé mi cabeza contra el acolchado de la cama, otra vez.

No lo entendía. No entendía nada. Cuando creía tener toda la información que necesitaba, pensaba en ello y recibía un empujón que me alejaba de la respuesta.

El día anterior, mis sentimientos habían ganado y le prometí a Itza que les diría la ubicación del diario. Pero cuando comencé a pensar en ello, ¿no era que en el diario buscaban información sobre cuarta sangre? El mito de cuarta sangre estaba en el diario, Los Siete iban a por ello, entonces ¿qué sucedía con la ley de la que habló Itza? No pudo haberla inventado, ¿o sí? Se veía feliz, pura...

Mi cabeza explotó.

Intenté encontrar una conexión entre cuarta sangre y la ley de la que Itza habló, debía haber algún punto en el que ambas chocaban, un punto que me digiera que ambas existían y se encontraban dentro del diario. Necesitaba comprobarlo de alguna forma. Podía ser que la información completa de cuarta sangre era la que cambiaba las leyes, o tal vez el diario. Sólo tal vez, nada era cierto, ni preciso, ni siquiera sabía si estaba yendo por el camino correcto.

Decidí preguntárselo a Jason. Si bien no podía decirle más de lo debido, sí podía preguntarle si esa ley verdaderamente existía, necesitaba sacarme la duda y confirmar que el diario sí tenía lo necesario para modificar las leyes.

—Jason —lo llamé cuando lo encontré en la sala de estar.

Estaba solo, el resto de los chicos debían estar fuera de la casa, en el garaje o en sus habitaciones. Jason me miró y sonrió, luego desvió su mirada y borró su sonrisa. Me senté a su lado cautelosamente.

—¿Sí?

Se estiró y besó castamente mis labios, otra sonrisa se formó en su rostro, sólo que esta perduró.

—Necesito preguntarte algoo... ¿Qué haces?

Su nariz y sus labios rosaron mi cuello, casi como tanteando dónde iba a clavar sus colmillos. Depositó un húmedo beso en mi cuello, sobre la vena.

—No voy a morderte. Tú sólo pregunta.

Rodé los ojos. Simplemente no podía hablar cuando los deseos que él producía en mí eran más fuertes y me olvidaba qué era lo que debía decirle.

—¿Hay alguna... ley que indique que... la vida de los vampiros sea reducida al nacer... el primer hijo?

Entonces el tacto en mi cuello desapareció.

Jason se alejó y me miró directamente a los ojos. Asintió.

—En el libro de leyes vampíricas, si la hay, ¿por qué?

La razón por la que no sabía de esa ley era por exactamente eso. Pude haber leído el libro de leyes vampiros-humanos; Sin embargo, nunca había leído el libro de los vampiros y, aunque sonora lamentable, tampoco había leído las leyes que teníamos nosotros, lo humanos.

—¿Tú... —Me lo pensé dos veces antes de continuar hablando. Él no tenía que saber que yo sabía la relación que tenía esa ley con el diario, no quería sentirme presionada ni observada de ninguna forma, si yo iba a hacer algo iba a hacer YO sola, sin la ayuda ni la presión de nadie. No necesitaba un peso más sobre mis hombros.

» Nada, solamente quería saber eso.

Jason mantuvo su ceño fruncido unos segundos, pero después me sonrió y volvió a besarme, porque él no podía estar dos segundos conmigo sin tocarme de alguna u otra forma. Mordió mi labio inferior y tiró de él juguetonamente y me sacó un gritito ahogado de sorpresa. Acariciaba suavemente mi cabello y sus dedos se enredaban entre ellos. Lo imité y comencé a tocarle el cabello; era suave y sedoso, para nada grasoso, y se sentía muy bien cuando pasaba mis dedos entre ellos una y otra vez. Lo sentí sonreír, y aumentó la intensidad del beso. Su peso sobre mí se intensificó y sentí que íbamos cayendo hacia atrás. Me recosté en el sofá. Era grandioso, él lo era, sabía como hacerme olvidar de todo y sumergirme en sentimientos de pasión y placer y ahogarme con ellos. Y fue la primera persona con la que experimenté cosas así.

Jason ©Where stories live. Discover now