Salvados

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"¡Estás en la habitación de Irina Britt!" Me gritaba mi cerebro. "Corre y tal vez se compadezca de ti. Hazlo. ¡Ahora!"

Pero las piernas no me obedecían.

James seguía sacudiendo la cabeza, como si intentara despejarla para salir con alguna frase inteligente. Irina nos estaba mirando, pero no como si realmente nos viera, sino como si estuviera decidiendo nuestra sentencia de muerte.

Vi que Emmeline hacía un pequeño movimiento con la cabeza, intentando decirme que nos largáramos. Tomé aquello como una muestra de la amistad que había surgido entre nosotros cuando hicimos grupo juntos en Casos Criminales.

Lo único que pude hacer fue jalar a James con todas mis fuerzas y cerrar la puerta murmurando un "lo siento". Sabía que Irina podría oírlo.

James se debatió de mi agarre y miró la puerta fascinado. Se había olvidado completamente de la persecución de sus llaves.

—Vámonos —siseé empezando a avanzar por el pasillo.

Pero James no se movió.

—Es preciosa —dijo con voz clara. Oh, no, que ni se te pase por la cabeza, amigo.

—Hablaremos de eso en un rato. Ahora vámonos, es casi hora de dormir.

James negó con la cabeza y extendió la mano hacia el pomo de la puerta nuevamente.

—Deja eso —dije volviendo a acercarme y empujándolo hacia la pared. Empezamos a forcejear. Hacíamos tanto ruido que esperaba que alguien asomara fuera de su habitación en cualquier instante.

—¿Quién es ella? —preguntó con la voz  entrecortada, deteniéndose un segundo.

"¡Dios Santo!" quise decirle, "es la única persona de este instituto de la que realmente debes tener miedo infinito y eterno".

—Ella es...

—Soy Irina Britt —dijo una voz seca al lado de nosotros.

Cada milésima de segundo que me tomó girar la cabeza, estaba seguro de que sería abatido en menos del tiempo que me tomaría pensar en algo para suplicar perdón.

Pero Irina Britt estaba recostada contra el marco de la puerta de su habitación, tan serena e imperturbable como siempre. La visión era magnífica y escalofriante al mismo tiempo. Irina era una chica alta, de cabellos rubios casi plateados, con un cuerpo de infarto, tez blanca como la cal; bueno, esto último era evidentemente porque...

—Ah, ya decía yo que no podrías resistirte —dijo James con lo que pretendía ser una sonrisa arrebatadora—. Soy...

—James Sandler —interrumpió ella en un tono que dejaba claro que no le importaba en lo más mínimo escuchar lo que tenía que decir—. El nuevo estudiante.

James sonrió, como si creyera que Irina se había tomado la molestia de hacer indagaciones sobre él. Ella, sin embargo, apenas le dirigió una mirada. Tenía sus preciosos y escalofriantes ojos azules clavados en mí.

—Kyle Anderson —dijo lentamente—, te tenía por un chico prudente.

Tragué saliva, esperando que aplastara mi cabeza de un momento a otro, pero Irina sólo parecía aburrida y algo fastidiada. Había hablado con ella un par de veces, quizás podía decir que fue "amable" conmigo.

—Lo...lo siento mucho —logré decir. Tomé a James del brazo—. Ya nos íbamos.

—¿Cómo que irnos? Y dejar a esta señorita desairada. Ni pensarlo.

Los ojos de Irina brillaron peligrosamente y no supe cómo James no se daba cuenta que su vida corría peligro. Y no es solo una forma de hablar. Irina podía matarlo, literalmente. Ya la había visto mandar a la enfermería a varios estudiantes nuevos, idiotas o borrachos que intentaban meterse con ella, además de su eficacia a la hora de eliminar monstruos.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora