El portal

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James y yo habíamos decidido ir al bosque esa noche. Mientras antes buscáramos pruebas mejor.

Ni siquiera presté atención el resto del día a las clases. Cancelaron la mitad de ellas por un asunto de la Cofradía y, sabiendo lo que nos esperaba, me dediqué a dormir. Por eso cuando James vino con una expresión preocupada imaginé que diría cualquier cosa menos:

—Los profesores están actuando de forma extraña.

—Sólo han cancelado clases, hombre. Deberías alegrarte —gruñí. Suelo gruñirle a la gente que me despierta.

—No, no, esto es algo más. Lo acabo de ver.

—¿Qué pasa? —dije incorporándome súbitamente.

—Nada, me encontré con Irina.

—¿Con Irina? —pregunté incrédulo—. ¿No les bastó con el bosque y ahora quieren prenderle fuego al instituto con otro beso como ese?

James cerró los ojos un segundo con una sonrisa y luego volvió a negar con la cabeza.

—No, sigue, ignorándome, más o menos como siempre.

—¿Qué le has dicho? —dije de pronto, alerta.

—No le he dicho nada. ¿Qué clase de amigo crees que soy?

Me tranquilicé mientras James me explicaba que fue con Irina a ver a Robson y ella los había echado con furia de su despacho.

—Bueno, ella es así de amable todo el tiempo —dije sin darle importancia—. No veo lo extraño.

—Cerró la puerta de un portazo —continuó James—. Irina se fue, pero yo me quedé. Oí cómo se echaba a llorar, Kyle.

—¿A llorar? ¿Robson?

—Irina llevaba diciéndome todo el rato que no era la única que actuaba raro. Y es cierto. Me crucé con Hammock de camino aquí. Le dije que acababan de hacer explotar un rinoceronte en el segundo piso. Me dio las gracias y se fue directo para allá.

—¡¿Qué?!

—¿Convencido de que esto es malditamente extraño?

—Al menos hasta que Hammock regrese a esposarte por haberle mentido.

Pero Hammock no vino. Ni en ese momento ni cinco horas después, cuando salimos hacia el bosque. Para ese momento, yo casi me había olvidado del incidente. Cuando estuvimos en el lugar donde encontramos al lobo la última vez, ni siquiera lo recordaba.

Examinamos cada centímetro pero a estas alturas, la energía demoniaca había terminado de disolverse.

—No hay nada aquí —dijo James derrumbándose sobre la hierba.

Yo no estaba tan convencido.

—Mira esto —dije señalando un árbol— aquí fue donde cayeron. Tú y el lobo.

—Ya lo sé, casi me rompí una costilla, ¿crees que no lo recuerdo?

—Sí, ¿pero ves esto?

James se acercó, curioso.

—¿Qué es?

—Esto, mi amigo, es polvo mágico. Y va en esa dirección.

Señalé sin muchos ánimos hacia el norte.

—¿Puedes hacer lo de la última vez? —preguntó— lo del rastreo.

—Si lo hiciera, ella sabría que la estamos siguiendo. Esa hada es mi mejor opción, así que la respuesta es "de ninguna jodida manera".

—¿Por qué nadie cree que puedo entender el significado de la palabra "no"?

Le alcé una ceja y él se rió.

—Bien —admitió—. Sólo sigamos este maldito rastro.

Y eso hicimos. Por la siguiente hora, pasamos analizando árboles, y ramitas rotas, decidiendo hacia dónde ir. Acabábamos de pasar un par de arbustos caníbales, cuando el rastro desapareció.

Me tensé de inmediato. ¿La criatura que seguíamos nos había descubierto?

Empecé a formar un escudo, pero James me detuvo.

—¿Qué pasa?

—¿Ves eso?

Me señaló un árbol gigantesco. Su tronco debía tener un diámetro de tres metros. Fuera de eso, no veía nada particular.

—¿Qué?

—Es un portal.

—¿Un portal?

—Créeme, he pasado siglos estudiando estas cosas.

Nos acercamos con cuidado y me atreví a pasar mi mano por la superficie del tronco. Fue entonces cuando lo sentí. El cosquilleo de la magia. ¿Cómo había sido James capaz de distinguirlo a primera vista? Se lo pregunté.

—Fibener tiene un curso de persecución extrema, ¿recuerdas? Una de las cosas que hace todo hechicero que huye es un portal. Estuve en los cursos más avanzados y he visto más portales de los que soy capaz de recordar. Una vez…

—¿Lo cruzamos? —interrumpí. No había tiempo para charlas sin sentido.

—Apuesto a que encontramos más de nuestro amigo, el polvo mágico.

Y sin otra frase, presionó su mano sobre el portal y desapareció. Resignado, lo seguí. Ahora que lo pienso, debía haberlo reflexionado mejor. Pero cuando eres joven y pareces metido en medio de una misteriosa aventura, no le das muchas vueltas. Lo único en lo que eres capaz de pensar es que todo es genial.

Cuando salí del otro lado, me di cuenta que seguíamos en el bosque. James estaba inclinado sobre el árbol del que acabábamos de salir.

—Alguien ya ha estado antes aquí —dijo señalando una rama rota.

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Lalalala!

No se pueden quejar, empieza a ponerse mejor (?)

Ya veremos qué pasa :D

Saludos!

Vale 

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora