Trabajo en equipo

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¿Has oído alguna vez a alguien que estuvo a punto de morir? ¿Te contaron la vieja historia de la luz al final del túnel? Bueno, yo no podría saberlo. Lo vi acercarse, sentí la sangre palpitando en mis oídos. Mi cerebro no lograba pensar en algún hechizo racional pero, de todos modos, no hubiera servido de nada contra la mole que se estrellaría sobre mí, ni contra la fila de dientes que me destrozarían por completo. Por un segundo, realmente pasó aquello de que el tiempo se detuvo… hasta que me di cuenta que en realidad lo que pasaba era que el hombre lobo estaba detenido a dos pulgadas de mí, con los ojos abiertos y las patas luchando como si estuviera atado por cuerdas invisibles.

—¡Corre, idiota! —me gritó una voz ronca que identifiqué como la de Irina.

Mis piernas se movieron titubeantes hacia un lado. Algo me tomó del brazo y me jaló a una velocidad de vértigo: Irina me había sacado del camino.

—Déjalo ya, Mel, vas a conseguir desmayarte.

Sólo entonces pude verlo claramente: Emmeline a pocos metros del hombre lobo, con los brazos extendidos y el rostro blanco como un fantasma (no es que yo haya visto uno pero los hemos estudiado en Invocaciones). Por supuesto, había usado un hechizo de congelamiento. Pero considerando el tamaño y la fuerza de la bestia contra la que lo usaba, eso podía mandarla a enfermería por una semana.

Irina gruñó a mi lado y desapareció.

—Mel —gritó preparándose para saltar—, lo vas a dejar a la una, a las dos y a las ¡tres!

Con un último jadeo, Emmeline dejó caer sus brazos a ambos lados de su cuerpo. Irina saltó sobre el lomo de la criatura, retorciéndose incontrolablemente y usando sus brazos alrededor de su cuello. Al inicio, parecía que intentaba usar algún hechizo, por las chispas que estaban saliendo de sus manos, pero desistió al instante. Me acerqué corriendo a Emmeline, con la cabeza palpitándome, buscando a James con la mirada. Lo encontré tendido junto a un árbol a varios metros. No parecía gravemente herido por el golpe y ya había empezado a moverse.

—¿Estás bien? —pregunté ayudándola a ponerse de pie. Era extraño verla tan falta de energías cuando a pocos metros de nosotros podía oír los furiosos rugidos de la bestia luchando contra Irina. Me volví hacia ellos y pensé en un hechizo rápido, lo que me sorprendió porque me mareaba cada vez que intentaba pensar. Extendí la mano.

—¡No! —Emmeline sujetó mi mano y la jaló de vuelta—. Podrías herirla.

Iba a decirle que no sería peor que tener a un hombre lobo intentando destrozarte pero lucía tan genuinamente preocupada (además de extremadamente agotada) que lo dejé ir.

Quise ayudarla a caminar hacia una zona más alejada; sin embargo, ella negó con la cabeza. Retrocedió sin apoyarse en mí.

—Ayúdala, todavía tienes fuerzas. Hazlo rápido.

No tuvo que repetirlo, Irina era mejor luchadora de lo que yo jamás habría podido suponer. Las salpicaduras de sangre empezaban a llenar todo el lugar y ella seguía sin dejar su sitio en el lomo del hombre lobo. Corrí hacia ellos al mismo tiempo que James se levantaba y los dos intentamos decidir qué hacer.

Irina pareció notar que estábamos allí porque, de repente, chilló:

—¡Deténganlo!

No entendí si quería que atacáramos pero James parecía estar listo.

—¡Ahora! —gritó empezando a correr.

Yo seguía sin saber qué hacer.

Irina dejó de presionar y dio un espectacular salto hacia atrás. No era el mejor movimiento, porque el hombro lobo podía voltear rápidamente y lanzarle un buen zarpazo pero James ya estaba allí, lanzando un hechizo de fuego que lo hizo aullar con furia.

—¡Kyle! —oí que gritaba Emmeline en algún lugar detrás de mí—. ¡Haz algo!

Era verdad, Irina estaba agazapada, lista para saltar, y James lo tenía justo encima. El hombre lobo volteó, alertado por el grito de Emmeline y clavó sus escalofriantes ojos negros en mí. Nuevamente, mi cerebro se negó a iluminarme con algún hechizo que pudiera usar.

La marca del lobo (Igereth #1)Where stories live. Discover now