Sanción ejemplar

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—No —el sonido ahogado de Kyle hizo que la bruma de mi cerebro se esfumara y viera claramente lo que pasaba delante de mis ojos.

—¿La va a besar? —susurré incrédula apartando mi mirada de James que se inclinaba sobre Irina, sus narices a menos de una pulgada de distancia.

Los ojos abiertos de Kyle me dieron la respuesta y cuando volteé a ver a Irina, su expresión había cambiado. Nadie excepto yo podía decir que estaba intentando contenerse de matar a alguien. Me había oído. Si James se atrevía a acercarse un milímetro más, sin importar que la expulsaran, se alejaría.

Toda la clase soltó un jadeo audible cuando James se quedó allí, mirándola sonriente y confiado… pero solo colocó su mano contra su hombro, lanzando una descarga cuyo chasquido hizo eco por todo el gimnasio. Automáticamente, Irina dio un paso atrás.

—Tus veinte segundos han terminado —casi escupió.

—Lástima, muñe…

No pudo terminar su halago. Irina se movió incluso más rápido de lo que yo jamás la había visto. Su antebrazo estuvo sobre el costado de James durante una fracción de segundo en el que se escuhó un pequeño estallido. Lo siguiente que supe fue que James estaba al otro lado del gimnasio, a unos cuarenta metros. Su cuerpo pegó contra la pared con un sonido escalofriante mientras Irina miraba a la señorita Robson con lo que pude interpretar como rabia.

—Maestra —su voz no tenía nada del respeto indiferente con el que se dirigía a los maestros. No sabía si era la cólera o el hecho de que sus colmillos, que empezaban a crecer a una velocidad alarmante, le daban otro tinte a su voz—, yo respondí que lo drenaría hasta acabar con él. ¿Realmente quiere que lo haga?

Algunas chicas soltaron un grito. Todos se llevaron las manos a la boca, en una sobreactuación magistral. No es que pudiera culparlos. Él único que hizo algo fue Kyle, que atravesó el gimnasio rápidamente con las manos brillando. Recordé que me había comentado que este año llevaría Curación Avanzada V, por lo que debía ser muy bueno con esas cosas. En una clase de ese tipo había cinco alumnos como mucho.

La señorita Robson parecía la única capaz de exteriorizar tanta rabia como Irina mientras cruzaba el gimnasio en su dirección. Eran tipos diferentes de furia. Irina estaba tensa, pero su rostro mostraba aburrimiento. Yo, que no sólo sabía leer en sus brillantes ojos, sino en muchas más cosas (en este caso, en sus dedos índice y pulgar temblando levemente), podía asegurar que no era así.

En cambio, la maestra parecía estar a punto de carbonizarnos a todos. A lo lejos, Kyle estaba moviéndose sobre James, sin tocarlo. Veía cómo el haz resplandeciente de sus manos se volcaba sobre su amigo como una brillante cascada de luz.

Irina captó mi mirada. Estaba preocupada porque Robson la suspendiera.

“Lo siento”, parecía decirme.

Le sonreí en respuesta y alcé dos dedos cruzados, indicándole que esperaba que tuviera suerte con el castigo.

Ambas se enfrentaron.

La señorita Robson no era baja, pero no era competencia contra Irina y su esbelta figura. He vivido en el mundo humano mucho tiempo (mi madre es humana),  y juro que en aquel momento la comparación de rinoceronte enojado le sentaba a la perfección. Incluso esperaba que, como en las caricaturas, empezara a echar humo por las orejas.

—Señorita Britt, ¿se da cuenta de lo que ha hecho?

—¿Seguir sus indicaciones de atacarlo como vampiro? —repuso ella sin inmutarse.

La señorita Robson hizo como si no hubiera dicho nada y abarcó el gimnasio con un gesto.

—¡Ha arruinado mi clase!

La marca del lobo (Igereth #1)Where stories live. Discover now