Posesión

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Estaba petrificado mientras Emmeline se colocaba frente al pentagrama hasta que comprendí lo que hacía. Mis ojos seguían sus dibujos completando la invocación. La preocupación estaba haciendo que me costara respirar, sin contar mis heridas por la pelea con las hadas.

¿Por qué Irina no la detenía?

Seguía agachada junto a Driggers. Estaba a punto de gritar su nombre cuando se puso de pie. Entonces noté por qué no lo había hecho antes. Había un corte en su estómago, tan grande que me sorprendía que no la hubiera partido en dos. Driggers había hecho costar cara su muerte. De hecho, ahora estaba sorprendido incluso de que Irina pudiera hablar. Estaba rogándole a Emmeline.

Prácticamente me arrastré hasta ella.

—¡Mel, no lo hagas! Driggers ha muerto y tu sangre está allí dentro.

Era verdad, noté al instante. El demonio era más claro con cada respiración. Sus dedos delinearon el pentagrama que era su prisión y tomó algo del piso. Una gota de sangre se deslizó dejando un camino rojo a su paso y extendiendo una sonrisa en su horripilante rostro.

—¡No!

El grito era de Irina. Desgarrador y completamente aterrado. Sentí que se me venía el mundo abajo. Emmeline también gritó.

Fue como estar en una película. Por rápido que corriera, no podía evitarlo. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras el demonio se transformaba en una sombra y cruzaba su pentagrama sin dificultad hacia Emmeline, como si hubiera una conexión entre ambos.

Emmeline ahora gritaba en silencio, con la expresión congelada. Conforme la sombra la rodeaba, se alzó unos centímetros del suelo y su cabello se alzó como si corriera un fuerte viento.

—¡No! —seguía gritando Irina. No sabía si me horrorizaba más ver a Emmeline siendo poseída que a Irina golpeando impotente contra el hechizo escudo. Poco a poco, incluso sus gritos fueron perdiendo fuerza. Irina se derrumbó sobre sus rodillas. El charco de sangre a sus pies me dio la explicación que necesitaba. Un segundo después, se desmayó.

—¡Irina!

La voz de James era casi enloquecida. Corrió hacia ella y se derrumbó a su lado, acunándola con cuidado, sin preocuparse de la sangre ni de sus heridas. Ni siquiera parecía notar que allí donde la tocaba, se le formaban ampollas.

Sólo yo noté cuando Emmeline cayó al suelo. Era justo como la primera vez que luchamos contra el hombre lobo. Pero ahora no se había sacrificado por mí, sino por todos nosotros.

Me dieron ganas de golpear algo.

Emmeline empezó a moverse y el terror de hace unos minutos me pareció nada con el que me atravesó en ese instante. El demonio. Emmeline poseída. Íbamos a tener que matarla para acabar con eso. No. Emmeline no podía morir. ¿Con qué valor la iba a asesinar a sangre fría?

Ella preferiría morir antes que matarme si estuviera en mi lugar. Y aunque todos mis instintos me empujaran en la dirección contraria, tenía que haber una manera.

¿Qué sabía sobre las posesiones? Maldito cerebro, sé útil al menos una vez.

La posesión demoniaca sólo se puede revertir mediante un exorcismo o asesinando al poseído, con lo que el demonio pierde su conexión con esta dimensión y regresa a la suya.

No sabía mucho de exorcismos y dudaba que James fuera el mejor candidato al sacerdocio.

Pero esta no era una posesión ordinaria, me recordé mientras Emmeline se incorporaba. El cuerpo de Emmeline, corregí. Ella estaba siendo poseída porque su invocación tomó una parte de ella: su sangre. Sólo era una lucha de poderes. Si podíamos hacer que su consciencia regresara, tal vez podría conseguir que el demonio entrara a su pentagrama y regresarlo de vuelta a donde pertenecía.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora