La historia de Irina

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—¿La mordió? —exclamó James tan alto que se oyó un ruido en la habitación de al lado.

—Shhh —le advertí—, que no te oigan.

—¿Es un vampiro? ¡Pero no puede ser! ¡Sabes que no puede ser! Vamos Kyle, sé que quieres alejarme de ella pero no tienes que ser tan descarado.

—Es la verdad —repliqué algo impaciente—. Irina es un vampiro, pregúntale a cualquiera.

—¿No será solo una leyenda tonta, una suposición que todos ustedes han hecho?

—Hemos visto sus colmillos. No los oculta precisamente cuando le gruñe a alguien, ¿sabes? Además tiene la fuerza sobrehumana y todo eso. Y se va cada semana para poder alimentarse. Dicen que caza animales en el bosque y que Rushton mantiene una bodega de sangre sólo para Irina. Y ella misma lo ha dicho, por supuesto. No es un secreto ni nada por el estilo. Además, mírala bien. Piel blanca, hermosura sin límites, velocidad y fuerzas ilimitadas, ¿qué más quieres? ¿Qué se cuelgue un cartel del cuello?

James reflexionó durante varios segundos.

—¿Y por qué sigue aquí? ¡Es un vampiro! Matamos vampiros, ¿o es que me he confundido de escuela?

—No los matamos a todos —le recordé—. Dicen que hizo un acuerdo con Rushton y con la Cofradía.

—Dicen —repitió él.

Y yo creía firmemente en aquella versión. Había visto a Rushton el día en que Irina fue mordida. Estaba pálido y le latía una vena en la sien de forma tan pronunciada que había temido que explotase en cualquier momento. Hizo que la llevaran a su despacho en lo alto de una de las torres y no volvimos a saber de ella hasta un mes después, mucho más del tiempo que tomaba convertirse en vampiro, según la clase de Biología. Decían que Irina había viajado a la capital a ver a la Cofradía y que estos aceptaron que podía quedarse.

James seguía en lo que empezaba a ser un estado de negación crónica.

—Pero ella luce como de nuestra edad y sabes bien que los vampiros no envejecen.

Recordaba perfectamente que desde que estaba en el primer año, Irina lucía como una estudiante de último curso. Aunque había muchas diferencias. No recordaba que su cuerpo fuera tan esbelto, su rostro tan puro o sus rasgos tan perfectamente delineados. Eso era cosa del vampirismo.

—Ella siempre se ha visto así —dije de todos modos—. Era alta cuando entró a Diringher. Y cuando la atacaron en segundo año, ya tenía quince.

—Pero, ¿cómo es que sobrevivió y aún puede usar la magia? No recuerdo haber estudiado esto en Biología.

—Los hay.

El año anterior, toda mi clase tenía la misma pregunta cuando Schramm dijo el título de la lección. “Híbridos de vampiros”. Fue Carl Boyle quien decidió arriesgarse. Dudaba que si hubiéramos compartido esa clase con Irina lo hubiera hecho.

—¿Vampiros hechiceros? —repitió el señor Schramm con un destello de comprensión en sus ojos—. Como sabe, es perfectamente posible.

Intentó seguir con la lección pero al darse cuenta que nadie le prestaría atención si no hablaba de ello, se resignó.

—Sí, es extraño —dijo mientras se apoyaba en el borde de su escritorio—. Pero se han dado casos. Sin embargo, como estudiarán en octavo, la creación de híbridos está penada y restringida por diversas leyes de la Cofradía. Cuando se dan casos como estos… bueno, hay un protocolo a seguir y castigos que aplicar. Lo veremos en octavo, aunque su clase de Historia VII también les será de utilidad. Los pocos casos registrados de hechiceros que han pasado a ser vampiros no están documentados, y la Cofradía sólo exige la notificación de los mismos y el traslado del —dudó un segundo antes de mascullar "nuevo ser"— a sus instalaciones.

La marca del lobo (Igereth #1)Where stories live. Discover now