* 21 *

159K 12.5K 1.8K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A la mañana siguiente, Frieda despertó temprano y fue a preparar algo para comer, moría de hambre. Se rio de sí misma cuando se dio cuenta que estaba haciendo un desayuno para ambos, jamás se lo hubiera imaginado. Sirvió en dos vasos algo del jugo que habían comprado el día anterior e hizo un par de sándwiches de jamón y queso. Los puso en un plato y una bandeja y subió a la habitación.

—Me preguntaba a dónde habías ido —dijo Adler mirándola entrar al cuarto.

—Yo me preguntaba qué demonios me sucede para ir a prepararte un desayuno... —respondió sentándose a la cama y pasándole la bandeja. Adler rio.

—¿Ya estás practicando para ser mi esclava? —inquirió divertido.

—No lo sé, no me reconozco a mí misma. ¿Sabes? Te doy permiso de que me tires al lago a ver si recapacito... Igual, mucho no te entusiasmes que más que un sándwich no sé hacer —sonrió llevándose un bocado a la boca.

—Yo puedo cocinar para ti, princesita. He aprendido de mi padre. Cuando nos casemos yo cocinaré —dijo sonriente y Frieda negó con la cabeza.

—Algo hay en esta casa que te altera las neuronas, siempre que entras aquí te quieres casar —agregó divertida y Adler rio.

—Vas a llegar tarde a la escuela, mejor te vistes y te preparas —añadió levantándose.

—¿Quién dijo que voy a ir a la escuela? —preguntó Frieda y Adler la observó sorprendido.

—¿Qué planeas? —inquirió el muchacho.

—Ya verás. Vístete —dijo y ella hizo lo mismo.

Salieron de la casa por una de las puertas del fondo y caminaron por un sendero de arena. Adler no sabía a donde iban pero la siguió sin decir palabra. Un rato después llegaron a una especie de estanque o laguna. Frieda sonrió y respiró profundo tratando de absorber todo ese olor a campo que tanto le agradaba.

—¿Qué hacemos acá? ¡No me vayas a tirar al agua de nuevo! —dijo Adler alejándose divertido, Frieda solo rio y caminó hasta un tronco caído que se encontraba al borde del agua.

—Este era mi sitio favorito cuando era pequeña, es el sitio donde la familia que cuida la casa cría peces. Aquí papá me enseñó a pescar y a cazar bichitos silvestres. Una vez metí diez luciérnagas en una botella con la ilusión de que a la noche se encendieran y pudiera usar la botella como un velador, pero se murieron —dijo haciendo cara de niña triste y Adler rio.

—¡Wow! ¡Qué ingenio! —exclamó divertido burlándose.

—¡No te burles! —rio la muchacha—. Además fue aquí donde aprendí a atrapar ranas, papá me enseñó —agregó—. Habíamos visto juntos el cuento de la Princesa y el sapo, y le dije que quería atrapar uno a ver si se convertía en príncipe —sonrió al recordarlo—. Era bien chiquita.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora