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Un par de horas después de aquella hazaña y sin entender muy bien si se trataba del día o de la noche, Frieda se despertó en brazos de Adler. Suspiró al verlo dormir y sonrió, se sentía bien a su lado y no se arrepentía de lo que había sucedido. De todas formas aún se encontraba algo cansada y decidió que ir a darse un baño era una buena idea. Se levantó con cuidado de no despertarlo y se internó en el cuarto de baño con la idea de disfrutar del agua tibia sobre su piel.

Un buen rato después salió de la ducha vestida en ropa interior, se sentía descansada pero el agua la había relajado tanto que solo quería seguir durmiendo, sin embargo, el hambre también empezaba a hacerse notar.

—Belleza —dijo Adler al contemplarla—. Oye, Fri... hace rato escribiste aquí —dijo señalando su estómago— que me amabas, ¿podrías decirlo por favor? —inquirió divertido.

—No —murmuró Frieda avergonzada—. Ya pasó el momento, espera el siguiente —añadió—. Y no pienses que te lo estaré diciendo a cada segundo —amenazó y Adler sonrió.

—Por favor, por favor, por favor —dijo arrodillándose en la cama y juntando las manos para rogarle.

—Te ves bien así —dijo Frieda mirándolo de arriba abajo.

—¿Así desnudo? —preguntó el chico sonriendo con suficiencia.

—No, así rogando —añadió la chica riendo y Adler ladeó la cabeza—. Bueno, así rogando desnudo —añadió.

—¿Por favor? —inquirió de nuevo.

—Te amo, Ad —dijo Frieda sintiéndose incapaz de resistirse a aquella imagen.

—¡Bien! ¡Otra vez! —exlcamó Adler—. Esto es tan increíble —añadió recostándose en la cama y colocando los brazos atrás de su cabeza.

—¡No seas tonto! —replicó Frieda sintiéndose algo intimidada, le costaba aceptar aquello y se le hacía aún más difícil si Adler se burlaba. Cerró los ojos con fuerza para hacer pasar las ganas de decirle algo que le molestara, no era el momento.

—¿Quieres hacerte invisible ahora, amor? Porque la verdad es que no me gustaría que eso sucediera —añadió con dulzura recordando que de niña ella creía que al cerrar los ojos tenía el poder de volverse invisible—. Abre los ojitos, Fri —pidió con dulzura y ella así lo hizo—. Yo también te amo...

Frieda sonrió al sentir la tranquilidad que le suponía escuchar esas palabras de sus labios. Ella lo sabía, lo sentía, lo suponía; pero nada era igual que escucharle decir aquello y le encantaba. Su corazón se infló y sintió que las mariposas se alborotaban en su estómago haciendo una gran fiesta. Se acercó a él y lo besó con arrebato, con pasión. Adler le siguió el beso mientras acariciaba su cabello con una mano y con la otra se hacía camino en su espalda.

Se detuvieron luego de un rato, para mirarse, observarse y sonreír. Adler pensó que su chica se veía bella con las mejillas sonrojadas y los labios algo hinchados luego de tantos besos, sintió que cada parte de su cuerpo, cada sitio de su alma, se enamoraba más de ella... no solo la quería, la amaba, y gracias a ella había entendido el verdadero sentido del amor, un amor que nunca antes había experimentado y que lo hacía sentir poderoso, inmenso, invencible y profundamente feliz. Frieda observó la mirada tierna de su chico, y sonrió al entender que era por y para ella, se sentía segura y cobijada en sus brazos, lo quería... y más que eso, esa palabra que era tan corta pero que significaba cosas tan intensas y que en algún momento le pareció muy distante aparecía ahora cercana, corpórea, palpable. Adler la hacía sentir única, importante, admirada, adorada y deseada, Adler la hacía sentir amada.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora