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Los siguientes días fueron mágicos para ambos, vivían envueltos en una nube de ensueño donde —dentro de las posibilidades que tenían— entre horarios de clases y exámenes, pasaban juntos la mayor parte del tiempo libre. Adler dejó de frecuentar a Renée y Frieda le dijo a Mauricio que no le escribiera más, y aunque el chico seguía insistiendo, ella no le respondía.

—Estás enamorada, Frieda, ya admítelo —dijo Marcia aquella tarde cuando iban a tomar un helado luego de haber estado haciendo un trabajo práctico.

—No, no lo estoy —negó rotundamente.

—Hablas todo el día de él, de qué dijo, qué hizo, qué música le gusta, si se rio, si se durmió... Te convertiste en eso que siempre odiaste. ¿Recuerdas cómo remedabas a Sonia cuando salía con Julio? Pues... temo decirte que estás peor —dijo Marcia poniendo una mano en el hombro de su amiga.

—Ya te dije que no es amor... solo atracción... nada más. De eso no pasará —respondió con firmeza—. Además, en el manual de mejores amigas, ese que nunca lees, dice que debes escucharme hablar horas y horas del chico que me gusta aunque te aburras —exclamó divertida y Marcia rio.

—¿De dónde demonios compraste ese manual? —inquirió divertida.

Ya volvían a la casa de Marcia cuando Adler las alcanzó corriendo, acababa de salir de la universidad y sabía que ella estaba allí porque se habían estado enviando mensajes.

—Ya vino el príncipe enamorado a rescatar a su princesa —dijo Marcia casi entrando a su casa.

—¡Hola, chicas! —saludó Adler.

—Me iré a bañar y les daré media hora para que se entretengan, luego tenemos que seguir con el trabajo —amenazó a su amiga y esta solo asintió riendo.

Adler abrazó a Frieda y la besó en los labios apenas Marcia desapareció en el interior de su casa. Se sentaron en el pórtico tomados de la mano y conversaron como siempre, sobre las clases, sobre el día, sobre el trabajo que estaban preparando, sobre cualquier cosa.

—¿Te falta mucho para terminar? ¡Quería invitarte al cine! —se quejó Adler cuando la chica dijo que ya debían continuar trabajando.

—Una hora o dos —dijo Frieda lamentando tener que presentar ese trabajo al día siguiente—. Pero... podemos ir después...

—Bueno, voy a casa a bañarme y a organizar mi habitación y paso de nuevo por ti. Le diré a los tíos que vamos a ir en grupo, ¿quieres?

—Bien... —dijo Frieda suspirando.

Adoraba esa especie de relación que tenía con Adler, nunca se había sentido de esa forma con ningún chico y aunque todo eso también le atemorizaba bastante —pues aquello que sentía iba notoriamente en aumento—, lo que más le preocupaba era que estaban mintiéndole a sus padres y eso podría terminar muy mal si llegaran a descubrirlos.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora