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Ya era casi medianoche cuando llegaron a la casa de campo, ambos decidieron que era buena idea ir de noche para aprovechar mejor el sábado. Estaban agotados por el día que habían tenido así que apenas llegaron se pusieron algo cómodo y se acostaron a dormir. Adler la abrazó como siempre y Frieda se acurrucó en sus brazos.

—Creo que... no te digo a menudo las cosas que siento, Ad... yo... simplemente no soy una de esas chicas cariñosas, empalagosas, que andan por el mundo dibujando corazones —murmuró mientras el chico acariciaba su espalda con cariño—, pero... realmente eres especial para mí y... pienso que es hora que le digamos a nuestros padres lo que está sucediendo entre nosotros.

—¿Y qué sería eso que está sucediendo entre nosotros? —preguntó Adler intentando ocultar la alegría que esas palabras le causaban, la verdad era que él no quería forzarla a tomar decisiones ni a expresar nada que en realidad no sintiera, pero ya no podía ni quería seguir negando lo que a él le sucedía.

—Pues... es obvio que... tú... yo... bueno... nosotros... que... —Adler rio ante lo mucho que le costaba a Frieda admitir sus sentimientos.

—Fri... ¿Por qué te cuesta tanto? —inquirió el muchacho mirándola con cariño.

—Te voy a ser bien sincera... la verdad es que tengo mucho miedo de enamorarme y terminar sufriendo. Tengo miedo de no ser suficiente para la persona que esté conmigo, no sé ser cariñosa, ni dulce... ni nada de esas cosas que, bueno... a los chicos les gusta... —suspiró.

—Princesa, no tienes que ser nada de eso conmigo... te conozco de toda la vida, Fri, y sé cómo eres. Deja de presionarte y de preocuparte por lo que no eres, la verdad que me sorprende esa inseguridad tuya... siempre te mostraste diferente y orgullosa de serlo. De todas formas lo que importa, Frieda... es que te sientas libre conmigo, que seas quien quieres ser y que sepas que todo lo que me muestras de ti me gusta, esto que tenemos me agrada y tú eres más que importante para mí... —dijo besándola con ternura.

—No sé qué decirte, Adler... solo que... te quiero —dijo la chica en un susurro casi imperceptible escondiendo la cara en el cuello del chico. Adler sonrió y con su dedo índice levantó con ternura su barbilla para que lo viera, ella se mordió el labio nerviosa.

—Yo también te quiero, Frieda... mucho más de lo que te imaginas. Nunca sentí esto por nadie y no quiero perderte por nada del mundo. Quiero hacer bien las cosas contigo y decirle a los tíos lo que siento por ti, quiero ser tu novio y que tú me regales el honor de ser mi novia —dijo sin dejar de verla, Frieda sintió a las mariposas que ya habitaban su estómago desde hacía un buen tiempo, revolotear nerviosas en su interior, sonrió acercándose al chico para besarlo, rozó sus labios con el suyo y luego dejó que sus narices chocaran en una caricia suave.

—Está bien, Adler... tú ganas... Sí, quiero ser tu novia —aceptó y luego sonrió de forma genuina. Adler enarcó las cejas mirándola de forma retadora.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora