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La mañana de su cumpleaños, Frieda despertó algo tarde. La verdad es que no tenía ganas de hacerlo ya que sentía que su día no estaría completo sin Adler a su lado. Se levantó a regañadientes y bajó a desayunar, en la mesa encontró a Taís y Carolina cuchicheando misteriosas. Frunció el ceño adivinando que algo se traían esas dos entre manos.

—¡Feliz cumpleaños! —gritaron ambas muy eufóricas al verla ingresar y corrieron a abrazarla. Su madre ya la había felicitado la noche anterior apenas dieron las doce pero ahora volvía a hacerlo junto a Taís.

—¿Qué se traen entre manos? —inquirió Frieda algo desconfiada.

—¿Nada? ¿Por? —respondió Taís de forma tan rápida y con tanta naturalidad fingida que a Frieda le dio mala espina.

—Hmmm, espero no hayan organizado alguna fiesta sorpresa porque saben que odio las sorpresas y los cumpleaños y las fiestas —añadió.

—Mmmm... Sí, ya sabemos que eres el Grinch —dijo Taís levantando una mano como para no darle importancia.

—¿Vas a clases hoy? —preguntó Carolina.

—Voy, nadie tiene por qué saber que es mi cumpleaños —susurró.

—¿Te acuerdas cuando nació? —preguntó la mujer a Taís.

—¡Ay! ¡Sí! Era una cosita tan hermosa, rosadita y regordeta —respondió Taís emocionada.

—¡No! ¡No empiecen con lo mismo! ¿No se aburren de repetir esto cada año? —preguntó.

—Mejor vete a la universidad, eres una amargada —se quejó Taís y Carolina rio. La verdad era que necesitaban que se fuera lo antes posible.

—Puede que llegue algo tarde hoy —dijo Frieda ignorándola—. Marcia quiere invitarme a comer algo por mi cumpleaños... y bueno, hay que aprovechar que ella quiere pagar —añadió.

—¿Te acuerdas cuando pensaste que ellas tenían algo? —rio Taís burlándose de Carolina.

—¡Basta! —rio la mujer.

—No sé qué es lo que te pasó, Caro... la edad te hizo perder tus sensores esos que cuando yo tenía su edad estaban tan activados —dijo Taís burlándose de nuevo.

—Cierto, mamá... no sé cómo no te diste cuenta —rio Frieda.

—¡Ey! No me busques porque fue tu culpa, me mareaste con tantas mentiras —amenazó. Frieda rio y besó a su madre y a Taís antes de salir rumbo a la universidad. Muy temprano esa mañana Adler le había enviado un mensaje deseándole feliz cumpleaños, al despertar ella le había contestado pero el chico no había vuelto a responder.

Al término de las clases, Marcia la llevó a comer algo, Frieda aceptó sin saber que eso era parte del plan. Su amiga esperaba la señal para llevar a Frieda a la casa de campo, donde sería la fiesta sorpresa. Una hora antes de lo estipulado, Marcia la invitó a su casa. Frieda no quería ir, pensaba que sus padres se enojarían si no llegaba a cenar el día de su cumpleaños, pero su amiga tuvo que fingir que debía contarle un secreto que la atormentaba para que no le dijera que no. Al llegar a su casa, Marcia se sirvió algo de jugo de zanahoria en un vaso y se paró frente a Frieda con la idea de contarle aquello que tanto deseaba que supiera, entonces fingió —de una forma muy torpe— que se resbalaba y el vaso caía sobre Frieda.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora