Epílogo

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Eran casi las cuatro de la mañana cuando Frieda salió al jardín, Adler estaba bailando con su madre y ella sintió que necesitaba un poco de aire, todo había sido demasiado intenso, demasiado fuerte. Caminó hasta el parque de hierro y subió a la cima de aquella cúpula que solía trepar con agilidad, agradeció llevar zapatillas pero se frunció la falda para no tropezar.

Se sentó allí y observó la noche, el cielo oscuro, las estrellas brillando. La brisa suave envolvía su cuerpo y por un instante sintió que no estaba sola.

—Tío, si estás en una de esas estrellas solo quiero decirte gracias... por salvar a mi madre, por salvarte, por la vida de Adler, por creer en nosotros —susurró. Estaba emocionada y le hubiera gustado poder abrazarlo, decirle que no, que no lo habían defraudado.

—No lo hemos defraudado —Adler le había leído el pensamiento. Frieda bajó la vista para observarlo viéndola desde abajo—. Si te caes de ahí te romperás la cabeza y te sangrará —añadió riendo y recordando aquella escena hacía tantos años atrás. Frieda sonrió.

—No voy a caerme de aquí, y si lo hago caeré en tus brazos —respondió la muchacha.

—¿Y quién te dice que te sostendré? Yo solo me casé por la herencia —añadió—. Siempre he querido esta casa de campo —susurró mirando alrededor.

—¡Estúpido! Sube a mi lado —dijo Frieda moviéndose para hacerle un espacio.

—No lo sé, desde aquí hay una vista perfecta a tus calzones de niño —añadió Adler.

—No son de niño, tonto, es un sexy conjunto de spiderman que Marcia me regaló para que tú me lo arrancaras —añadió la chica.

—Eso me agrada, mucho —susurró el muchacho trepándose para sentarse a su lado.

—No es tan fácil, ¿eh? —se burló Frieda al ver que le costaba.

—No cuando estás vestido con traje —añadió llegando hasta ella.

—Excusas, excusas. Yo he subido con falda, eso es más difícil, además ni acostumbro a usarlas –afirmó.

—Pero tú eres fantástica trepando y yo no —admitió Adler.

—Me agrada cuando entiendes cuál es tu lugar en la vida, sapo —dijo Frieda divertida.

—¿No que ya no era un sapo? Me transformaste y estoy vestido como un príncipe —añadió.

—No sé si quiero que siempre seas un príncipe, me gusta cuando eres un sapito asqueroso y divertido —sonrió recostándose en su hombro.

—¡Quien entiende a las mujeres! —bromeó Adler y ambos hicieron silencio por un rato—. ¿Eres feliz? —preguntó el chico.

—Mucho, esto... todo... hoy... fue una sorpresa increíble —afirmó.

—Sé que odias las sorpresas pero... quería que fuera especial, quería...

—Fue perfecto —lo interrumpió Frieda—. Diferente, divertido, exuberante, romántico, tal cual cómo eres tú —añadió.

—Qué genial soy —sonrió el chico y ella lo besó.

—Lo eres —afirmó.

—Me agrada cuando sabes lo que es bueno —respondió el muchacho.

—¿Y ahora? —preguntó Frieda.

—Y... me he tomado una semana de libertad, he adelantado exámenes y materias. Tu padre nos ha regalado un viaje de luna de miel y pues luego... a terminar la Universidad. Será extraño estar separados, pero serán solo unos meses... luego vendré a vivir aquí, contigo, y ya no nos separaremos más.

—¿Aquí? —inquirió Frieda.

—Sí, debes terminar tus estudios, Fri —respondió.

—Pero, ¿y la tía Berta? —preguntó Frieda mirándolo con asombro.

—Nunca dudes del poder de convencimiento de la tía Caro —rio Adler—. Vendrá a vivir acá, venderá la casa y se vendrá. Dejaremos en Alemania solo la casa de campo para que podamos ir de vez en cuando... para que un día llevemos a los niños y conozcan mi sitio, el recuerdo de su abuelo —suspiró. Frieda sonrió ante la idea de esos niños.

—Unos lindos renacuajitos —añadió y Adler la besó en la frente—. Lo calculaste todo, ¿eh? —preguntó y el muchacho asintió.

—Más o menos —se encogió de hombros—. Solo quiero estar a tu lado, el resto no me interesa —afirmó.

—Prométeme que veremos muchos amaneceres juntos —pidió la chica mirando al cielo que ya estaba tiñéndose de los colores del amanecer.

—Por supuesto que sí, no dejaremos de verlos nunca —sonrió—. Y como decía papá, no olvidemos que siempre, incluso luego de la noche más oscura, vuelve a salir el sol.

—Tú eres mi sol. Gracias por ser todo lo que eres, Adler, por enseñarme tantas cosas. Eres... perfecto —susurró.

—No, no lo soy, Fri. Soy un desastre en muchas cosas, y en otras no lo soy tanto, supongo que como todos —afirmó—. Pero te amo, tú eres perfecta.

—Tampoco lo soy, Ad... y lo sabes. Y aunque he aprendido bastante, sé que todavía me queda mucho por aprender, por mejorar, por pulir. Como tú lo dijiste, somos como las baterías con su carga negativa y positiva —añadió.

—O como las dos caras de una misma moneda —agregó Adler y Frieda rio.

—¿Un par de perfectos imperfectos? —añadió Frieda divertida mientras le plantaba un beso en la mejilla.

—Como te dije una vez, Fri. Ni yo soy un príncipe, ni tu una princesa —sonrió abrazándola para luego besarla con ardor.

 Ni yo soy un príncipe, ni tu una princesa —sonrió abrazándola para luego besarla con ardor

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Disculpen la demora, mañana viajo y estoy un poco loca. Hemos llegado al final... eso me pone un poco triste, pero de verdad espero que se pasen por mis otras historias y pues... seguir viendo sus mensajes y sus votitos en otros lados. ¡Los quiero mucho!

 ¡Los quiero mucho!

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Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora