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Adler se despertó sobresaltado, había tenido un sueño, no era una pesadilla pero había sido muy intenso, muy real. En toda su vida nunca había soñado con ella, con su hermanita. La pequeña niña rubia de cabellos largos, estaba enfundada en un tierno vestido rosado con muchos encajes, él había visto una foto de ella con ese vestido frente a un pastel de cumpleaños. Se encontraban bajo el árbol aquel que estaba en el patio de su casa y donde su padre solía recordarla.

La pequeña Frieda subió a la hamaca que de sus ramas colgaba y le sonrió.

—¿Me columpias? —preguntó y Adler asintió.

Estuvieron así por un rato largo hasta que la niña se detuvo y observó a su hermano.

—Ad... extraño mucho a papá —dijo con la mirada triste, el muchacho se acercó a ella y se arrodilló para abrazarla—. Era el mejor del mundo —sonrió.

—Lo es, linda... lo es... Y te recuerda siempre con mucho cariño —dijo Adler besándola en la frente.

En ese mismo momento despertó, sintiéndose conmovido, emocionado, aturdido. Observó el techo de su habitación preguntándose si acaso el sueño había sido real y en alguna dimensión desconocida él había interactuado con su hermana por primera vez en su vida. Entonces un golpe seco lo volvió en sí, seguido por el grito desgarrador de su madre.

—¡Adler! ¡Adler! —bramó desesperada.

—¡Ya voy! —dijo levantándose de la cama con gran velocidad y siguiendo en busca del sitio donde provenía el sonido.

Cuando llegó a la habitación de sus padres, observó a su madre agachada y llorando sobre el cuerpo tendido de su padre, había caído y estaba a un costado de la cama.

—Mamá, ¿qué sucede? —preguntó Adler ingresando de inmediato y acercándose a su padre.

—No lo sé, despertó, dijo que le dolía un poco la cabeza y se sentía mareado... y después cuando se levantó se desvaneció.

—¡Llama a emergencias! —dijo Adler intentando levantar su torso y despertarlo.

—Ya lo hice —musitó Berta asustada, amaba a ese hombre con todo su corazón y hacía días venía sintiendo que algo le estaba ocultando.

Casi dos horas después, Nikolaus se encontraba internado en un hospital cercano a su casa y los médicos habían dado ya algunos resultados. El cáncer había vuelto, silencioso y traicionero, sin embargo, Niko lo sabía, hacía seis meses atrás había consultado por unas molestias y le habían mandado a hacer todos los controles necesarios. Allí detectaron que la enfermedad había regresado y se había expandido a varios órganos. El doctor le dijo que podía iniciar de nuevo los tratamientos y que quizá con ello lograse extender un poco más su tiempo de vida, sin embargo, el optó por no hacerlo, prefería disfrutar de los suyos de la mejor manera posible durante el tiempo que le quedara de vida.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora