Epílogo

1.9K 158 109
                                    

Cerró el libro tan despacio, casi con el miedo de que las letras que estaban escritas pudieran caerse de esas hojas si hacía algún mal movimiento. Lo reposó en sus piernas y echó su cabeza para atrás, su mano se dirigió a su rostro y se lo tapó con cuidado; tenía que procesar todo lo que había leído. Las lágrimas recorrían por su rostro y una sonrisa apareció en sus labios, era una sonrisa triste, alegre, una de esas que salen cuando no se quiere llorar y se busca de todas las formas no caer en llanto.

Sus acallados gemidos que proliferaban de su pecho eran ahogados con su otra mano, no podía evitar que ese sentimiento de tristeza le embargara por todo su cuerpo, lo que leía no era lo que muchos le había dicho de ese jefe, ese Capo tan fuerte que ningún enemigo se le escapaba de sus manos, ese hombre por el cual su familia daba su vida por él; aunque coincidía con lo que su abuela le había contado, con lo que su abuelo le contó antes de su trágica partida. Su vida tenía sentido ahora, todas sus preguntas se resolvían justo en ese momento.

-Puedo ver que te llegaron sus sentimientos -un señor de una edad mayor entraba a la habitación en la que estaba.

Se limpió tan rápido las lágrimas y dejó el libro sobre el escritorio de ese estudio, le miró por un rato sonriéndole y después bajó la mirada para que las lágrimas siguieran saliendo. El hombre de edad avanzada se sentaba frente a él, mirando cada acto que realizaba.

-No sabía que estuve muerto- soltó de la nada.

-Nadie lo sabía, ni siquiera de tu existencia - le contestó.

Se limpió de nuevo sus lágrimas con un pañuelo desechable y tomó otro sorbo de su tequila traído en uno de sus viajes a México, se acomodó en su asiento y levantó sus ojos color miel al señor de cabellos blanquecinos.

-¿Por qué? -le preguntó sacando su voz masculina con la que dirigía su empresa.

-Porque eras un tema delicado- vio como ese señor le quitaba el vaso con el alcohol y se lo tomaba de un sorbo -me gusta más un vino bien fermentado.

-Pero...- no supo que decir, solo imaginarse a ese hombre de fuertes hombros llorando en la tumba era una cosa atroz para él.

El señor le observó y pudo ver la misma mirada del hombre que del que hablaban, esa mirada pura con ese toque de preocupación porque su familia sufría. Dejó el vaso en la mesa con un poco de fuerza para llamar su atención, ese pequeño salto que dio le sacó una sonrisa; no podían parecerse más que dos gotas de agua.

-Deja de preocuparte por cosas que pasaron en el pasado, ya están, ya fueron escritas y ahí se quedarán. Preocúpate por el presente, por lo que piensas hacer de ahora en adelante- se levantó y le golpeó la frente con sus dedos -¡Agh! Eres igual de Dame que él.

Los ojos mieles brillaron con intensidad, pero inmediatamente ocultó sus ojos bajo el su oscuro cabello rojo. El mayor se sentó nuevamente en la silla y cruzó sus piernas, podían pasar los años, mas su elegancia siempre estaría presente.

-¿Tú lo crees?- su voz sonó débil, ese joven sabía que el significado que tenía esa palabra para el que estaba frente suyo, nunca se lo había escondido, pero ese "Dame" era una expresión que solo le podía traer a la mente alguien con muchas cualidades.

-No lo creo- el señor notó la pequeña decepción que se instaló en el cuerpo del más joven, por eso sonrió como solo él podía hacerlo -Lo eres.

El de cabellos rojizos iba a decir algo, pero su teléfono sonó y tuvo que interrumpir su conversación. El de cabellos blancos lo veía, podía jurar que era una copia idéntica de él, como si quisiera que nunca se perdiera su legado, aunque físicamente él se parecía a sus ancestros; eso tal vez sería algo de descendencia.

No todo es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora