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Viajar todos los dias a la escuela era repulsivo, no malinterpretes, Tyler amaba los viajes en el coche de su padre. El señor Joseph tenia todos los exitos de los 90, el viaje jamás era apagado, se encendía poco a poco en la carretera, el sueño se esfumaba y la mente se ponía a trabajar. La calle que conectaba al instituto era una intersección de Streed Hode y Mandyland, el parque mas grande de la ciudad. Peterson asemajaba a una vieja construcción abandonaba entre el follaje que se ergia hacia el cielo. De enormes rocas que incluso parecían conectadas entre sí.

—¿Todo bien la primera semana?—preguntó el señor Joseph, repentinamente.

Su padre solía comenzar alguna vaga conversación cuando estaban a un par de cuadras de desembarcar. Tyler sabia que era algo como si tu madre pregunta hablamos todo el tiempo asi que le siguió la corriente. Hablaron de los nuevos entrenadores para el nado en relevo de la universidad de Ohio, a la cual no asistia aún pero siempre había tiempo de envidiar, sobre el último retiro espiritual de las veatas, las nuevas obras del reverento y claro, sobre los Black. Jenna Black.

—¿La llevarás al teatro este fin de semana? —preguntó su padre.

— No lo sé —dijo— Sor Maria estuvo hablando sobre un informe previo a las obras navideñas. Me encantaría ir con Jenna... así que tal vez pueda dejar ese trabajo para después...

—Claro que no —se apresuró su padre—. Seguro Jenna entiende si lo dejan para otra oportunidad. Los estudios están primero.

Gracias

El auto se detuvo, las clases empezarían pronto, debía apresurarse. Tyler bajó del coche despidiéndose, la primera clase era historia y Sor Ruth era un angel con él. Las mujeres mayores solían tenerle un aprecio extra, Tyler era muy respetuoso y atento,  casi siempre deambulaba solo era perfecto para un par de mandatos extra.

¡La clase esta por iniciar, corran corran!

Los niños de grados inferiores daban vida al lugar. Peterson solía ser siempre muy silencioso, aún cuando las beatas no te regañaban solían estar cerca todo el tiempo, soltar una broma pesada, un comentario ofensivo o dios te libre una maldición y terminabas cumpliendo de monaguillo en la misa del fin de semana.

Jenna se había acercado a él sin que pudiera notarlo. Tyler, sorprendido, pero regularmente acostumbrado, sonrió.

—Creo que Sor Ruth ha enfermado. Al parecer no vendrá hoy —dijo, y sin esperar respuesta alguna se alejó con un grupo de libros al pecho.

Jenna era escalofriante, a veces eso pensaba Tyler, siempre aparecía de la nada y luego de dejar algún recado solo se iba. Le agradaba o estaba siendo solo cumplida, no lo sabía.

Su asiento lo esperaba en la desértica columna junto a la ventana, un pequeño grupo dialogaban tranquilos en las primeras filas. Corrió a su asiento como un metal al imán. Se aseguró que no haya sido muy vergonzoso, y en efecto no lo fue, no lo veia nadie. Dejó un par de libros sobre la carpeta y barajó una palicera sobre el madero, el reloj marcaba las 7: 09. Sor Ruth no llegaría esta mañana, había pasado su límite de retraso personal. Convencido de que salir a bajabundear sería horriblemente aburrido giró su silla hacia la ventana, lo había hecho tan decidido que se sorprendió a si mismo, ¿Por qué lo habia hecho? Los jardines de la Rusa eran sosos y polvorientos, las petunias amarillas morían antes de florecer, Tyler tenía la impresión de que todo lo que esa mujer amaba moría y eso le producía escalofríos. No eran las flores su interés y él lo sabia, pronto se descubrió buscando por todos los arbustos al curioso joven de la última vez. Cuando lo encontró la lapicera se le escapó de los dedos. Había estado metido entre los arbustos y salió con unas enormes tijeras de podar, se veía algo polvoriento y con ramitas secas en la cara. Tyler se sintió agradecido de que el día recién empezará, y él estuviera recién aseado.

Las dos horas correspondientes a Historia culminaron, al aula ingresó Jenna presidida del reverendo Morgan, ya todos estaban en sus respectivos asientos. Fue cuando Jenna tomó lugar a dos carpetas del pizarrón que el hombre se dirigió a la sala. La túnica le llegaba a los tobillos, su palida piel evidenciaba los años de dedicación que le había ofrecido a la salvación de su alma. Con lentitud, solo propia de un hombre de ochenta y cinco años, empezó.

—Queridos niños —dijo con una mirada desconocida— la vida es algo tan pequeño, tan corto... —Un escalofrio subio por la pierna de Tyler, debajo sus calcetas blancas, tan rápido como un rayo. —... A veces las personas que mas amamos caminan entre nosotros todos los días, y jamás esperamos que eso cambie. Pero nuestro señor conoce de cambios, muchos de ellos no los comprendemos... —y mientras el hombre hablaba, Tyler se encontró con los ojos sobre Jenna, la rubia había recogido su cabello en un moño malformado, sus enormes ojos color cielo estaban brillando mucho, y pequeñas líneas humedas se caían por sus mejillas, descendían sin autorización alguna. El asiento junto a ella estaba vacío, como si todos hubieran huido porque llorar estaba prohibido. Tyler la observó mientras escuchaba al reverento, y desde la penúltima fila a la columna segmentada al sur, llegó a su lado antes de que rompiera en llanto. La envolvió en sus brazos y sus ojos se dirgieron al reverento. El terminaría su discurso muy pronto.

Las personas que amamos no pueden permanecer con nosotros para siempre.

Tyler la sintió temblar y ahogar un gemido de negación, mientras él se preguntaba que tan ciertas serían esas palabras.

VOICE // JoshlerWhere stories live. Discover now