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Siempre que la confianza sea grande las otras personas serán pequeñas. Y ahí mientras mientras te sostenga, podremos ser uno solo.

Josh acarició la entrepierna del menor tratando de silenciar sus sonidos con besos, Tyler no gemía, gritaba, y sus gritos estaban poniéndolo nervioso. Si alguna sacerdotisa pensaba que visitar los jardines del ala oeste era buena idea, podía ir despidiéndose de Peterson, del castaño de ojos café, e incluso de América.

—Shh-shh —se dejó oir—Tyler, si nos encuentran estaremos en problemas —lo admiró deteniendo sus manos. Los ojos rojizos del menor lo recibieron con un brillo que no lo dejaron seguir siendo rudo con él, ni detenerlo. 

Con una sonrisa aún tímida, Tyler deslizó las manos bajó su camiseta, sus dedos estaban fríos. Se dejó acariciar con un temblorcillo tocando sus costillas, Tyler trazaba un largo recorrido curioso por su abdomen.

Reconocía, lugar por lugar, el torso que había estado acariciando toda la semana. Conmocionado cerró los ojos.

—No puedo callarme, soy muy expresivo —admitió. Josh lo atrajo y este hinco el rostro sobre su pecho, quedando ligeramente suspendido frente al suyo. Extendió los labios.

—Me haces creer Josh, y yo canto las alabanzas.

Era un hermoso día soleado,  las aves cantan, el pasto es más verde, y el cielo despejado atrae buenas vibras a los creyentes. Tyler Joseph, tenía los pantalones hasta los tobillos, y una erección que se negaba a dejar en exposición, aunque si podía por consenso suyo, recibir otro tipo de atenciones. Josh, quien debiera regar las promiscuas rosas que perdían el brillo contra el sol, tenía la cabeza azul con ramitas y hojas, los pantalones bien puestos pero la camiseta ligeramente fuera de su función, en sus brazos estaba Tyler, al cual el sol lo estaba dejando ciego.

—¿No tienes clases? —preguntó luego de un largo rato contemplando al otro.

—Es hora de gimnasio —dijo aun pegado al mayor— Y no llevó esa asignatura porque mis padres me retiraron del curso.

—¿Así? —Josh se alejó un poco para mirarlo mejor — ¿Y por qué? —le preguntó. Evocar "clases de gimnasio" atraía a Lovely a su mente. —Estas pequeño, sino haces ejercicios no crecerás.

Tyler se burló un poco, era un secreto para Josh, pero él sabía que por genética iría a crecer mucho más sin ayuda. Aún así se dejó ofender.

—No soy tan pequeño.

Habrían pasado alrededor de dos horas desde que Tyler tiró su mochila junto a las tijeras de podar, y antes de que se lanzará sobre su espalda, en un saludo efusivo que los hizo rodar por el crass. Hasta este momento.

—Tal vez ya acabó, podrías ir a dar un vistazo adentro —sugirió.

Tyler se incorporó deshaciendo el abrazo que tan cómodo y orgulloso lo traía, miró al cielo un poco y luego su costoso reloj en la muñeca.

—¿Quieres estar solo?

La carita de Tyler era todo un teatro, y Josh no podo más que cruzarse de brazos y grabar todas sus reacciones, tal vez para algún otro encuentro intimo en la ducha. Repuso en lo dulce de sus acciones, y la sublime indiferencia que intentaba proyectar. Finalmente optó por atraerlo hacía su pecho haciéndolo rebotar.

—Quiero estar contigo. 

y siguió: —pero no quiero que eso te meta en problemas. 

Tratar de convencerlo no fue tarea fácil, Tyler se había mal acostumbrado a dejar muchas horas de clases por pasar tiempo con él. Gracias al cielo que no terminó perjudicado en lo absoluto, Tyler iba muy adelantado a las materias y en lo correcto su ausencia no preocupaba al aula. Salvo a los maestros, ya habían tenido éstos una reunioncilla para tratar la alarmante ausencia de joven Joseph en clases.  Reunión que culminó con las confiadas palabras de la enfermera Rossel, la cual justificaba al joven una dolencia no diagnosticada. Y como Tyler jamás se salto las clases, encajó perfecto.

VOICE // JoshlerWhere stories live. Discover now