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No ha salido el sol realmente y el día no se ha terminado de despejar, las nubes gordas aún rondan el cielo, que aunque claro desprende sobre el observador pasajero una engañosa pasividad que lo tranquiliza. Esta amaneciendo en todos lados pero en esta la cárcel de exclusiva seguridad, los olvidados recuerdan sus rostros.  

El patio estaba lleno de personas cuando el último timbrazo se oyó. 

Con rapidez se apresuraron angustiosos unos sobre otros, tratando en lo posible de no caer sobre el lodo que se formaba bajo sus gastadas zapatillas aunque era inevitable. Resignados a la rutina, los reos ya no levantaban la vista contra el sol, solo corrían para esconderse lo más pronto posible de la vista a los guardias. Aunque mucho no hubiera en tantos metros de terreno desierto, buscar un escondite siempre es bueno cuando estas en medio de una guerra. Entre estos trotaban también para adentrarse gustosos, quienes realizaban algún esfuerzo físico como rutina deportiva. Algunos tenían los meses contados para su liberación otros no volvería a ver la luz jamás. 

Nadie lo nota o eligen ignorarlo, pero de entre todos los que han ingresado trotando sobre el moribundo cesped, hay un cuerpo que no se ha movido hasta ahora.

El cuerpo de un hombre inconsciente.

*** 

—¿Por qué no te mueves? —pregunto Tyler. Apoyabase sobre la pequeña ventana con los codos firmes y el rostro encogido. Su mirada sobre el abandonado bulto de carne en posición fetal, lo había entretenido por largas horas. Desde esta posición notó que varios reos trotaban cerca. El castaño se inclinó levemente, retrayendo sus largos brazos e irguiendo la espalda baja, tratando de que tantos cuerpos no obstaculizaran a su presa. 

Dos golpes llegaron a la puerta, dos golpes firmes.

—Míralo Robert, debe estar muerto.

El cuerpo encogido en medio del patio trasero estaba totalmente estático. No respondía al ruido de los otros, no respondía al barro que lo estaba cubriendo por las salpicaduras que recibía. Un reo, uno bajo y despistado se tropezó con él, producto de esto unos cuantos más se le habían aproximado, en pocos segundos muchos de los que trotaban se fueron deteniendo hasta quedar en descanso todos. Lo rodearon lanzando infortunios que no llegaban a los oídos del menor pero que de haber percibido el inmóvil, hubiera saltado de su lugar. Hubo incluso quiénes le propinaron pequeños golpes para despertarlo hasta que uno vio conveniente probar con las patadas.

Un golpe más contra la puerta y resonó firme la voz de un oficial: —Señor Joseph, su desayuno ha llegado.

Con una sonrisa altanera, el prisionero se permitió ignorar al oficial que llamaba a su puerta, quería saber con seguridad si el desahuciado estaba muerto. 

— Señor Joseph, su desayuno se va enfriar....

En la escena que vigilaba visualizó a un par de oficiales ingresar al perímetro y dirigirse con rapidez al cerco alámbrico empuñando armas, lazando gritos que espantaban a los otros reos, se abrieron paso entre estos hasta llegar junto al hombre que yacía inconsciente sobre el suelo. 

Decepcionado de que, a su entretenimiento, posiblemente lo fueran a balear sin más, el castaño se alejó de la ventana. Sobre la cama aguardaba el uniforme que debía usar, las piezas: una camiseta, un par de pantalones, medias blancas y zapatillas nuevas aburrido. Su estómago rugió ante el delicioso aroma que se filtraba desde el corredizo por la división bajo su puerta. Abrió la puerta de seguridad con el código que había memorizado, y descubriendo el rostro de los oficiales que había estado ignorando, sonrió:

VOICE // Joshlerजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें