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Lo observó, como observaría a un completo desconocido merodear peligrosamente cerca de su espacio. Lo observo mientras el chico lo alimentaba y mientras ingería la comida se limitó a mirarse los pies en intervalos. Se sentía desdichado, solo, como escondido. Tyler aparecía con una nueva cuchara por intervalos de segundos y aunque no mostrara fastidio por su nuevo trabajo, uno que se había echado al hombro él mismo los últimos días, Josh sabía que se sentía tan desdichado como él, tal vez no comprendiera a ciencia cierta por qué, pero sabía con seguridad que terminar alimentando a otra persona no era parte de ningún proyecto de vida. A veces como ahora, cuando Tyler mirada por la ventana perdido en sus propios pensamientos se preguntaba, cosa que con frecuencia estaba sucediendo, si Tyler lo estaría envenenado.

— Unas más y ya acabas. —dijo. Pero ni siquiera lo miraba a directamente. No como los primeros días.

No importaba mostrarse recio, los primeros días había chillado de impotencia por el simple hecho de que Tyler se quedara largos minutos en su habitación esperando a que decidiera acceder a dejarlo ayudar, no sucedió en poco tiempo. Fue largo, una rutina sentenciada a su fin por el desesperante rugido de sus intestinos, la humedad que la cercanía del castaño producía y el propósito médico que lo albergada en ese hospital como único medio de vida. Tyler ganó, pero con crueldad, porque nada hería más a un inválido que aceptar, con acciones, su imposibilidad para hacer las cosas por sí mismo.

— Vamos Josh, solo una cucharada más.

Lo odiaba, lo odiaba mucho. Si pudiera tirarle el plato encima lo haría con satisfacción, quería conseguir la forma correcta de estirar los brazos pero el reducido espacio era invadido por la presencia del otro.

— Abre la boca. —instaba el más joven con sonrisa forzada.

Escupirlo parecía la idea más práctica. Después de todo ahora odiaba a Tyler.

Un tintineo furfulloso se coló en el espacio, dos, tres, cuatro resonantes pisotones siguieron y un golpe final se estrelló contra el silencio.

— ¡Josh! —grito un infante.

— ¿Enrie?

Tyler aprovechó el  descuido para meter la cuchara en la boca del paciente

// S E M A N A S //

Las semanas al cuidado de Tyler son buenas.

Primer sábado: Leer cuentos a los más pequeños

Primer domingo: Enseñarles a dibujar.

— Enrie, solo traza las líneas.

— ¿Cómo? ¿así? —tras un par de intentos fallidos, el pequeño pelirrojo lanza el lápiz contra la pared ante la mirada  estupefacta del castaño.

Segundo Sábado: Pintura con témperas.

Segundo Domingo: Enseñarles a pronunciar su nombre.

— Repite conmigo —dice Tyler— Emilie, e....mi...li

La pequeña lo intenta. — emle..

No — e....mi...le digo li. Repítelo por favor.

— ¿Emili?

No — Tú no Enrie, ella.

— ¡Enrie! —sonrie la infante.

— No. —Tyler cubrió al pequeño pelirrojo con su casaca. —Tú eres Emili, no hay Enrie.

— ¿Y Enrie? — en segundos la pequeña empezó a llorar.

VOICE // JoshlerWhere stories live. Discover now