CAPÍTULO 12 | El dibujo del reloj

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MADDIE

Realmente creo y pienso que ninguno de nosotros tiene idea de cómo se siente el dolor hasta que vemos a alguien morir. Y es tan tonto esto de que sea necesario llegar a ese extremo para poder entender una pequeña parte de la vida y al fin abrir los ojos. Todos vamos a morir algún día, es algo dicho, pero es el factor que olvidamos al estar vivos. Yo no paso mis días pensando en el momento de mi muerte y, sin embargo, cuando me lo replanteo lo veo como algo serio. ¿Y por qué, entonces? ¿Por qué hay frases sobre vivir la vida como si fuese siempre el último instante cuando todos sabemos que nadie piensa en la muerte sólo hasta que llega?

Actualmente tengo dieciocho años. Cuando tenía dieciséis, perdí a mi abuela. Ella fue la única persona que estuvo para mí durante mi niñez y parte de mi adolescencia pero... estaba loca. Demente con todas las letras. Y no hablo de ella como si hubiese ido al manicomio, porque no fue así. Mi abuela vivía como tú y como yo, en una casa, respirando con pesadez día tras día sin saber qué esperar del mañana. Pero era cruel con el mundo y sólo sabia odiar, generar peleas y discordias. Pero ella me amaba, y era la única que se disponía a escucharme cuando se lo pedía. Hacía cosas malas. Se equivocaba. Estaba loca. Pero me amaba.

Y yo quería poder hacerlo también. Pero el mayor miedo que he tenido en toda mi vida... es terminar como ella.

Sola. Equivocada. Sin saber qué es correcto.

¿Y qué haces cuando el tiempo sólo pasa y pasa y ya no sabes cómo hacer para ni siquiera darte cuenta? Antes de entrar a la casa de 00:00 tenía una respuesta para eso: lo que sea, pero algo. Ese era mi lema, de alguna forma. No tenía tiempo libre o algún momento al día para echarme a descansar. Siempre tenía que estar haciendo algo, podría ser la tarea, o estudiar, o leer o aprender algo nuevo buscando palabras raras en el diccionario. Pero esa era mi vida regida por mi miedo, y esa era yo, Maddie Minette, siendo consciente de ello sin saber qué hacer para cambiarlo. Porque, al final del día, ¿qué hay de malo en hacer lo que se dice que es correcto? ¿Qué hay de malo en esforzarse y soñar con un buen futuro?

Y, de hecho, ¿sabes qué es lo más loco de todo esto? Bueno, dos cosas. Lo primero es que la mayoría de los adultos se lo toman como una sorpresa increíble. Hablo en serio. No podía hablar de mis estudios o de mis notas sin llevarme la grata sorpresa de ver la incredulidad en la cara de quien sea que me escuche. Por ejemplo, cuando cumplí dieciséis pedí como regalo un viaje a cualquier país de otro continente sólo para poder diferenciar las costumbres y lo que la gente llama "chorradas sin importancia". Y cuando se lo comenté a mi madre, su reacción fue una simple sonrisa.

—¿Y eso a qué viene?—le había espetado yo.

Y ella, una mujer adulta divorciada, sólo había seguido sonriendo.

—No es lo que suelen pedir las chicas de tu edad.

Sigo sin saber cómo debería sentirme.

La otra cosa loca de esto es que ahora todo eso da igual. Literalmente. A 00:00 le sudan mis planes, mis sueños y mi vida. A 00:00 le suda si sobrevivo o no, si después de esto sigo teniéndole miedo a algo tan tonto como terminar sola y amargada como mi abuela, intentando entender por qué mis hijos no me visitan muy a menudo.

¿Y por qué a mí también comienza a sudármela? ¿Debería estar sucediéndome esto?

En este momento sólo puedo permanecer apoyada, otra vez, en el lugar de la ventana. Esta sigue abierta y, cada vez que volteo, sólo puedo ver el mensaje en las puertas, porque permanece ahí y tenemos miedo de limpiarlo. ¿Es eso posible? ¿Por qué no lo hago yo? Después de todo, estoy aquí sin saber qué hacer, y los demás a pesar de que el sol ya salió parecen seguir inmersos en el sueño de la noche. Así que eso es lo que intento hacer. Entro otra vez a la casa y termino otra vez ahí, plantada en la entrada, al darme cuenta de que no hay nada con lo que pueda limpiar lo de las puertas. Esa cosa... ¿qué es, siquiera? ¿Pintura? ¿Sangre?

PerfidiaWhere stories live. Discover now