CAPÍTULO 35 | Un poco más fuerte

1.1K 142 24
                                    

BRADLEY

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

BRADLEY

Nunca me han gustado del todo los columpios. En mi casa, antes de la muerte de mi hermana, teníamos uno en el patio trasero. Recuerdo que papá lo compró para nosotras cuando yo tenía tan solo seis años, pero jamás quise subirme. Creo que tenía miedo a caerme, o lo que sea, pero el caso es que sólo al cumplir los nueve tuve las agallas de jugar con ellos por primera vez. Y en cuanto me senté, perdí el equilibrio, caí hacia atrás y me dije a mi misma que ese era un juego del diablo, que jamás volvería a subirme.

Pero mírame ahora. Aquí estoy, sentada sobre uno de los dos columpios que se encuentran en ninguna parte, mirando cómo el sol se va a lo lejos. He estado todo el día aquí. Estoy sucia, muerta de hambre, cansada y harta de todo, pero aún así no me he movido en todo el tiempo que llevo sentada, balanceándome sin mucho esfuerzo hacia adelante y luego hacia atrás.

Podrías decir que he perdido el tiempo haciendo nada, pero te diré algo: ¿cómo iba eso a importarme si ya ni siquiera siento emoción alguna? No tengo idea de qué ha ocurrido conmigo, pero Heather ha vuelto a la casa y no me emociona. He dormido hasta medianoche como nunca antes, porque el miedo ya no me quita el sueño. Y sí, lo admito. Me da igual estar perdida. Estar sobre un columpio, por más que lo odie. Creo que, simplemente, ya no hay nada dentro de mí que me haga decirme "vaya, debería preocuparme por esto". No. Todo lo que hay es un silencio infinito que ya conocía.

Es el mismo que me abrazaba a todas horas tras la muerte de Melody.

Observo el columpio libre que hay a mi lado. Parece balancearse como el mío, aunque un poco más rápido. Es como si alguien estuviese ahí, sentado, ahora mismo. Alguien que, a diferencia de mí, amó desde el primer momento este asqueroso juego. Y sí, se trata de mi hermana, Melody Hansen, cuyo nombre fue escrito más de mil veces en Gunnhild tras su muerte. Recuerdo que a ella le encantaba sentarse, y que podía quedarse ahí, balanceándose, horas y horas. Algunas veces la veía leyendo, otras cantando, y de vez en cuando, simplemente mirando. Nunca he entendido qué es lo que le gustaba tanto de estar sentada sin hacer nada. Ni siquiera lo entiendo hoy.

—Sigo odiando los columpios—digo en voz alta, como si alguien estuviese sentado aquí, a mi lado—. Nunca dejaré de hacerlo.

Sin dejar de mirar el espacio libre a mi lado, la veo aparecer. No es de a poco como pensaba que sería. Ni siquiera es lento. Súbitamente, de un momento a otro, ahí está. Es así de simple. Melody, muerta o viva, siempre estará presente para mí.

—Nunca has entendido lo que yo entiendo, hermana—dice, mirando sus propios pies—. Puede que esa sea la razón de todo esto, ¿no te parece?

Alza la mirada en dirección al cielo, y entonces yo también lo hago. Al instante, una gota de agua cae sobre mi nariz. Las nubes grises se posan sobre nuestras cabezas, volviéndolo todo más triste de lo que ya parecía. Ahora comienza a llover, el césped que me rodeaba se humedece al igual que la tierra, pero aún así el sol permanece visible sobre el horizonte, desapareciendo con lentitud.

PerfidiaWhere stories live. Discover now