CAPÍTULO 19 | Los refugios me odian

1.8K 229 136
                                    

HEATHER

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

HEATHER

Creía que iba a poder dormir estando por segunda—o quizás tercera—vez en este concurso de mierda, pero creo que ni siquiera estando muerta podría dormir. Me noto impaciente, como si supiese que algo malo está a punto de ocurrir. En realidad lo sé. Algo malo siempre está cerca cuando se está aquí adentro pero, de todas formas...

El insomnio ahora tiene una nueva cara. Podría decir que también tiene un nuevo sabor.

Cierro ambos ojos para no ver, para no pensar. No puedo creer que esté tumbada sin hacer nada. No puedo creer que esto esté sucediendo tan rápido y de una manera tan simple como si, en realidad, fuese todo mentira. Me cuesta creer que las cosas a medianoche se vean tan fáciles de sobrellevar. Es una tormenta fuerte, alguien que, sin que nadie lo sepa, tuvo algo que hacer a lo largo del día... y ya está. No hay sangre ni retos. No hay nada como antes.

Las reglas volvieron a cambiar. O eso me parece ahora.

—Está llorando en su habitación—escucho que susurra alguien súbitamente.

Esperaba percibir una voz masculina, pero esta es demasiado aguda como para serlo. Me resulta familiar, pero no logro distinguir a alguien en específico. Tengo que sentarme para poder mirar lo que me rodea, pero no hay nadie, ningún rastro de Daniel: estoy sola.

—¿Quién?—me atrevo a preguntar, notando que mi voz es apenas un susurro ronco.

Carraspeo.

—Bradley.

La cara y el sabor de mi insomnio.

Escruto la oscuridad que me rodea, la pequeña habitación que no siempre está tan vacía como parece a simple vista, pero no veo nada. Otra vez compruebo que sigo estando sola, y que la voz que oigo está sólo en mi cabeza, no aquí, no conmigo. Es curioso porque, después de tanto tiempo, lo tomo como algo normal. Algo que... ocurre, y ya está. Pero pregúntale a otra persona qué creería de oír voces de la nada. Voces algo familiares pero nada más. Creería que necesita ayuda, que está loco.

Puede que yo también lo esté. Al menos un poco.

¿Y por qué digo puede? Estoy loca. Después de todo lo que he vivido, puedo asegurarlo.

—Me da igual—miento, volviendo a cerrar ambos ojos, aún sentada sobre la cama—. Esa tía me detesta, ya lo ha dejado claro.

—Sabes que no es cierto—se aventura a interrumpirme la voz femenina, utilizando una delicadeza demasiado exagerada en cada una de sus palabras—. Aunque... espera, puede que tú no lo sepas. Pero confía en mí. No te detesta. De hecho... eres la razón de sus lágrimas.

Vuelvo a mirar la oscuridad, notando que súbitamente una parte de mi alma tira para ponerse de pie, consiguiendo su objetivo. Me tambaleo pero no caigo. Estoy harta del sueño, desearía tirarme y dormir para siempre, pero no puedo hacerlo.

PerfidiaWhere stories live. Discover now