CAPÍTULO 13 | La habitación del ataúd

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HEATHER

—En más de una oportunidad el mundo puede ser realmente una mierda—estoy diciendo mientras avanzo hacia la parte trasera de la casa en busca de lo que sé que encontraré—, y desde que entramos aquí, este es el mundo. Y creo que no tengo que aclararte que apesta, ¿o sí tengo que hacerlo?

Freddie niega con la cabeza. Sólo eso.

Llegamos, finalmente, y podemos presenciar al instante la diferencia entre esta parte y la otra: aquí, el césped sigue vivo, no sufrió ningún cambio gracias al fuego. A pesar de que no hay nadie y tampoco hay algo que hacer, es lo único que se puede apreciar con vida, como si fuese puro. Sé que es mentira, aquí ya no queda nada ni por asomo puro, pero es la falsa imagen que Richard puede crear y quizás ellos lo crean. Es probable. De ser nueva, de haber perdido mi memoria y no tener idea de todo lo que ahora sé, me lo tragaría como la más ingenua de los jugadores. Esa era Heather. La idiota que no esperaba nada demasiado malo detrás del más pequeño gesto de 00:00.

—Y... ¿qué quieres mostrarme exactamente?—inquiere Freddie, mirándome a los ojos.

Evito hacer lo mismo y observo con atención la pared blanca que sé que tiene, del otro lado, a las habitaciones. Avanzo hasta llegar casi a la mitad, en donde se supone que estaría la mía. Y, como me lo esperaba, ahí está el pomo que quería ver. Una puerta oculta, una como muchas otras que Richard quería que yo busque y encuentre.

Mis dedos se aferran a él y abren la puerta, para asombro de Freddie, quien no se lo esperaba. No puedo culparlo, pero de alguna forma me saca de quicio su incredulidad. Como si aquí, en el jodido juego sangriento de un loco, algo como esto no fuese de esperar. Pero él no tiene idea de nada, no vivió el miedo aún, aunque es el único entre los demás al que ya atacaron de manera directa.

Porque Douglas...

Aunque en Freddie el efecto es el contrario. No detuvo sus intenciones ni borró su sonrisa como era antes cada vez que sucedía algo así. No lo está cohibiendo, lo está liberando.

Entonces... ¿por qué mierda lo traigo conmigo? ¿Para volverlo loco? ¿Para golpearle mostrándole qué hay detrás de las puertas de 00:00? ¿No es eso lo que quiere Richard?

Me detengo un instante al escuchar mis propias preguntas. Mucho tiempo he pasado siguiendo los pasos que ese imbécil planeaba hacerme seguir, y estoy harta de eso, como también estoy harta de intentar descifrar cada uno de sus códigos. Pero no hay más tiempo ni más opciones, ya le mostré la puerta a Freddie y, en definitiva, él ya espera que la abra. Así que eso es lo que termino de hacer y, al instante, mis ojos se desplazan al interior de la habitación que tengo delante de mí. Freddie se acerca para poder ver, y ambos podemos reaccionar al mismo instante al percatarnos de qué es lo que hay.

La habitación es exactamente igual a la mía: pequeña y blanca. Pero no hay camas ni puertas para el baño. No hay nada más que un ataúd abierto.

No lo ves todo hasta que estás realmente muerto, ¿verdad?

—Crees que... ¿crees que pueda entrar?—pregunta Freddie al instante.

Siento que acabo de quedarme sin aire, pero de una forma u otra lo consigo para poder responderle.

—¿Qué si puedes entrar?—digo—. La pregunta es... ¿deberías entrar?

Él toma la iniciativa y apoya su mano en mi hombro cuando yo cierro los ojos para dar el primer paso. No sé si esto es lo correcto o si es lo que esperaba Richard, no sé si es lo que habría hecho Victoria o lo que yo debería hacer, porque Freddie es una simple persona que hasta el momento ha sido dañado por fuera pero no por dentro, y yo no tengo por qué contribuir a la causa de destruirlo.

PerfidiaWhere stories live. Discover now