CAPÍTULO 43 | Infinitamente complicado

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HEATHER

La luz que me cegaba se hace a un lado y la mirada del doctor Avery se encuentra con la mía. Me sonríe para decirme, sin palabras, que todo es correcto. Es su forma de mantener tranquilos a los pacientes. De mantenerme tranquila a mí. Es así como todos han comenzado a tratarme desde que Sullivan me rescató hace tan solo un puto día. Y hoy he despertado en la casa de una familia a la que no conozco pero que tampoco llegué a conocer. Los padres de Sullivan estuvieron felices de acogernos a Bradley, Stephen y a mí al escuchar las razones que tenía su hijo para no hacer pública aún la noticia de que los tres chicos desaparecidos de Gunnhild al fin han vuelto.

A diferencia de Richard, parece que Joey no lo tenía todo tan planeado como debía. En lugar de estar dos años desaparecida—que es el tiempo real que he estado en 00:00—ellos creen que sólo han sido nueve meses.

Nueve estúpidos meses. Eso es lo que Joey y Richard le han hecho al tiempo: reducirlo como si no hubiese sido infinitamente más largo y complicado para mí, para todos nosotros.

En cuanto hemos despertado Sullivan nos ha obligado a venir al hospital. Así comenzó la verdadera expansión de la verdad: en cuanto atravesamos las puertas del hospital de Gunnhild una señora anciana comenzó a gritar, anunciando lo que sabía: éramos esos tres adolescentes desaparecidos, al parecer, el mismo día. No tuve tiempo para pensarlo porque supe que tampoco llegaría a entenderlo. ¿Cómo mierdas logra Richard hacer estas cosas? No tengo idea, pero el personal del hospital no tardó nada en hacerse cargo de calmar a la señora que nos había reconocido.

Pero que lo paren no borra nada. Todos en la sala de entrada ya se habían dado cuenta y no dejaban de mirarnos. Además, vamos, ¿en qué sentido no llamábamos la atención? En la casa de los padres de Sullivan, por más que pudimos darnos una ducha y volver a comer—no como antes pero un intento es un intento—, no tuvimos la oportunidad de cambiar nuestras ropas. Así que sí, los tres seguíamos llevando las remeras básicas blancas y los pantalones manchados de sangre. Y aunque a simple vista podía parecer el período, eso no cambiaba que las manchas en las mangas de Stephen le pertenecieran a la sangre de Maddie.

Por otro lado nuestros aspectos no ayudaban a la situación. ¿Crees que por habernos dado una ducha volveríamos a lucir como antes? Pues no. El agua se lleva muchas cosas menos los recuerdos y las ojeras, además de las miradas perdidas que no vamos a perder por ahora. Estar aquí, de nuevo en la ciudad, en Gunnhild... no parece real.

Y vaya, para que yo lo diga tiene que ser jodidamente cierto.

De a uno, el doctor Avery fue ateniendo a cada uno de nosotros. En primer lugar a Stephen, a quien por suerte no le encontró ningún tipo de daño físico. Luego le tocó a Bradley y las noticias dejaron de ser buenas ya que al parecer le encontraron algunas heridas, pero por lo escuché no era nada demasiado serio. Una hora más tarde llegó mi turno, gracias al cielo, y entré al consultorio del doctor Avery rogando interiormente que descubriera algo, cualquier cosa, relacionada con mi pérdida de las emociones. Recé para que algo en mi anatomía diera indicios de tal cosa, pero no fue así.

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