CAPÍTULO 37 | Una mala razón para ir detrás del pasado

1.3K 146 56
                                    

Al final ha quedado algo muchísimo más largo de lo que esperaba, pero vale la pena.

Confíen en mí.

Confíen en mí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

BRENTON

—No entiendo qué mierda haces aquí, Freddie. Vete con tu familia. Apuesto lo que quieras a que estarán felices de verte.

Vuelvo a estar acostado en la misma cama de aquel día porque me pertenece. Pero claro, ya nada es igual. El invierno puede cambiar muchas cosas, pero a mi parecer los cambios de estación hacen que incluso todo se vea, ya sabes, diferente. El invierno me resulta triste y, añadiendo el hecho de que ahora tengo una pierna menos, creo que a partir de este exacto momento no sólo me resulta eso. Va más allá de la tristeza. Quizás también vaya más allá de lo humano.

Todo el tiempo estoy rodeado de personas. Si no es Sullivan y el detective que siempre lo acompaña es un doctor, una enfermera, mis hermanos o mi madre. Lo que más me ha sorprendido es que Cris, mi hermano mayor, ha vuelto a la ciudad al enterarse de mi desaparición. Ha apoyado a mamá desde entonces en absolutamente todo, pero aún así me he percatado de que perdió muchísima relación con nuestro hermano menor, Elmer. Cada vez que pienso en cómo eran las cosas antes de que papá fuera secuestrado sólo soy capaz de ver que todo funcionaba bien, casi a la perfección. Éramos más que felices. Cris, Elmer y yo no teníamos esa clase de relación que parece más enemistad que otra cosa. Éramos hermanos en el completo sentido de la palabra.

Entonces papá se fue. Y Cris hizo lo mismo. Elmer se volvió un desastre. Yo me encerré en una burbuja. Y mamá...

—Tu mamá dice que te hará bien tener algo de compañía—dice Freddie. Está sentado delante de mi escritorio, observándome, desde hace al menos tres horas—. Un amigo.

No me dirijo a él porque eso implicaría moverme y el simple hecho de pensar en hacerlo ya hace que duela. Los doctores han dicho que así será por unos cuantos meses. Que esta será mi grandiosa vida a partir de ahora. Vaya aventura.

—No eres mi amigo—hablo mirando al techo. Trago saliva—. Ni siquiera me conoces.

Freddie enarca una ceja y, sin girarse, sus manos toman una de las revistas que están sobre el escritorio.

—Bueno, sé que no perdías el tiempo—comenta al respecto esbozando la más grande de las sonrisas.

Estoy a punto de enviarlo al cuerno hasta que veo una pequeña cabecita asomándose por la puerta entreabierta. La reconocería en cualquier lugar. Aguardo a que entre pero no lo hace. Elmer nunca se atrevía a entrar cuando yo estaba por aquí. No por respeto, más bien era porque simplemente no sentía la necesidad de ver a su hermano, y puedo entender sus razones, como también puedo entender que, al cabo de unos segundos, se va como si nunca hubiese estado ahí.

—Además tuve tiempo para hablar con tu madre—prosigue entonces Freddie—. Me ha dicho que cuando eras pequeño hacías natación hasta que te hartaste y luego te interesaron las técnicas de defensa. Le obligaste a tu madre a comprar miles de libros sobre eso porque no querías tomar clases, ¿cómo te atreves?

PerfidiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora