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Giselle.

Me estoy quemando.

Dentro de mi ser todo arde, hay un calor que me abruma de manera increíble.

Escucho gritos a mi alrededor. Hay fuego consumiendo todo a su paso, incluyéndome.

A través de las llamas, del fuego, veo personas moviéndose, riendo, disfrutando de mi sufrimiento.

Trato de moverme, de salir de este infierno, pero no puedo. Estoy atada a un tronco.

Estoy muriendo. Me duele todo. Mi piel arde. Sin poder aguantarlo más dejo salir un grito, grito con todas mi fuerzas.

El caos a mi alrededor se intensifica, el ruido de las risas se hacen mayor, y, a pesar de ello, logro escuchar una voz muy clara a través de este caos diciendo —: « Cuidado. Él viene por ti ».

— ¡Me quemo! — Dejo salir un grito y, entonces, despierto sobresaltada.

El pulso me va a mil, y dejo salir un sollozo.

Siento unas manos caer sobre mis hombros y, defensiva, me siento sobre la cama y me alejo. Antes de poder conectarme con la realidad por completo, sollozo una vez más.

— Giselle, cariño, todo está bien, fue solo una pesadilla — Escucho a mi padre hablar y, cuando las luces se encienden, logro ver su rostro angustiado justo frente a mí.

Desorientada, miro todo a mi alrededor. Estoy en mi habitación, en mi cama, papá está sentado a mi lado, y Hannah y Sophie me miran desde la puerta, igual de angustiadas. Todos están en pijama, y por la oscuridad que se ve a través de la ventana es obvio que aún es de noche.

— Voy a traerle un vaso de agua.

Sophie se apresura en decir y, en un parpadeo, se va.

— Gigi, ¿todo bien? — Hannah da un paso en mi dirección, hablando en un susurro.

Asiento y me limpio las lágrimas que caen por mi mejillas.

— L-Lo siento. No quería despertarlos. Fue solo una pesadilla.

— ¿Quieres que me quede aquí contigo hasta que vuelvas a dormir?

Sacudo la cabeza, rechazando la propuesta de papá, aun agitada.

— N-No. Voy a estar bien.

— Aquí está el agua — Sophie entra de nuevo a la habitación y se acerca para entregarme el vaso con agua.

Le agradezco en un susurro y, con manos temblorosas, me llevo el vaso a la boca para darle un trago.

— ¿Vas a estar bien? — Papá quiere saber, angustiado, y yo asiento, estirándome para colocar el vaso de agua en mi mesita de noche.

— Voy a estar bien. Vayan a descansar. — Les sonrío, tensa.

Sophie y Hannah se despiden en un susurro antes de salir de la habitación. Sin embargo, papá no se marcha, se queda junto a mí.

— ¿Quieres decirme que soñaste?

Sacudo la cabeza ante su pregunta, negándome. 

— No fue nada. Ve a dormir. Yo intentaré hacer lo mismo. Estoy agotada.

Papá asiente, me besa en la frente y sigue el camino trazado por su esposa, apagando la luz y cerrando la puerta a sus espaldas.

Dejo salir un suspiro pesado y, un poco más tranquila, me dejo caer de nuevo sobre la cama para intentar dormir; sin embargo, ya es inútil. No puedo hacerlo.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora