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Giselle.

Camino hacia la cocina y respiro profundo, sintiendo como la flojera arrasa conmigo. Busco una taza y me sirvo un poco de café antes de caminar hacia la mesa para seguir e intentar resolver los ejercicios de matemática que tan loca me están volviendo.

Agarro la calculadora y empiezo con el calculo. Miro la hora en el reloj colgado en la pared y hago una mueca. El reloj está marcando la una de la tarde y Chase Lachowshi no ha dado señales de vida. No fue a clase y lo estuve esperando en el café hasta la hora del almuerzo. Sin embargo, tuve que subir para empezar a adelantar tarea. Odio dejarlas para último minuto aunque, obvio, nunca falta alguna.

Agarro el teléfono y le mando un mensaje a Hannah. Le he pedido que, si Chase llega, me avise para bajar.

Bufo cuando me responde, informando que Chase no ha llegado aún.

— Supongo que no viene — digo para mí misma, garabateando en la esquina de la hoja. Me quedo suspendida en mis pensamientos, mirando los ejercicios sin siquiera intentar terminarlos. Sé, de ante mano, que algunos están malos, pero me cuesta entenderlos y corregirlos. Me enredo y lo único que quiero es gritar de frustración.

¿Por qué las matemáticas son tan complicadas?

Algunos golpes en la puerta me arrastran de vuelta a la realidad. Relamo mis labios secos y le doy un trago a mi café antes de levantarme y abrir la puerta.

La sorpresa me abarca cuando la imagen de Chase aparece en mi campo de visión.

— Hola. — Saluda, con las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón. Se le ve tímido.

— Hola. — Lo saludo de vuelta, echándome a un lado para que pueda entrar — Creí que no ibas a venir — me confieso, viéndolo caminar hacia el interior.

Una sonrisa se abre paso en su rostro, hermoso y perfecto, antes de levantar una ceja, divertido.

Cierro la puerta a mis espaldas y me acerco a él, quedando cara a cara, y tengo que levantar la vista para mirarlo a los ojos. Me encanta que sea más alto que yo.

— Ganas no me faltaron pero algo me hizo creer que, si no venía, te ibas a enojar mucho conmigo — se inclina un poco hacia adelante. Un suspiro abandona mis labios cuando lo tengo cerca. Puedo notar con mucha facilidad como mi rostro se refleja en el azul de sus ojos. Bajo la mirada para observar sus labios rosados y no puedo evitar recordar lo del día anterior. En este momento deseo, con todas mis fuerza, poder besarlo, pero besarlo de verdad.

— Te estuve esperando allá abajo... — Le hago saber, volviendo a mirar sus ojos.

— Sí. Hannah me dijo que estabas haciendo tarea aquí arriba — comenta, dándose la vuelta para empezar a caminar por el lugar —. Niña estudiosa, ¿eh?

— Hago el intento — acepto, acercándome a él cuando lo veo echarle un ojo al desastre que tengo en la libreta.

— ¿Necesitas ayuda? — Levanta una de sus cejas y yo, sin dudarlo, niego con la cabeza.

— No. Estoy bien — cierro la libreta y me interpongo entre su cuerpo y la mesa —. Quiero que me digas qué es eso que me querías contar.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora