Capítulo 4 | Escasas Palabras

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Ya habían pasado cinco minutos y Lowell continuaba escuchando música.

Estaba pensando preguntarle qué tipo de música escuchaba, pero me contuve. Él había dicho que hiciera silencio así que me entretuve con mis manos que reposaban sobre mi regazo.

Él viento movía mi cabello, y el sonido de los pájaros llamó mi atención. La plaza era un lugar pacífico, perfecto para relajarse y pensar. ¿Lowell había venido por esa razón?

Solté un suspiro. Estar en este lugar, sentada en un banco sin decir nada, con el silencio abundando en el aire, me tranquilizaba y me hacía dejar a un lado a Harley.

— ¿Te estás aburriendo, verdad? —Su voz grave me tomó por sorpresa y volteé a verlo.

Quería ver esos orbes verdes otra vez.

—No. Me gusta, es agradable. Necesitaba esto.

Él guardó silencio por unos segundos y luego asintió girando su cabeza al frente.

—Pero también tengo hambre —Solté de repente—. ¿Quieres ir por un raspado?

— ¿Querrás decir helado?

—No. No son tan buenos. Los raspados son artesanales, eso los hacen mis favoritos.

Parecía estar pensándolo. Lowell era una persona tranquila y que disfrutaba del silencio.

—De acuerdo. ¿Dónde podemos encontrar esos raspados? —Se levantó del banco y guardó sus audífonos en el bolsillo.

Caminamos hasta llegar al local Raspados Twins, frecuentaba mucho este lugar. Ingresamos y fui a hacer nuestro pedido. Le pedí que buscara una mesa disponible y así lo hizo.

Tomé mi orden y fui a sentarme, quedando frente a él. Puse los vasos sobre la mesa y le empujé el suyo para que lo tomara.

—Yo invito. Pruebalo.

Luego que me diera las gracias, lo raspé un poco y llevé una cucharada a mi boca y él hizo lo mismo.

— ¿Qué tal? —pregunté sin apartar mi vista.

Probó otra cucharada y se tomó su tiempo.

—Rico.

Solté una risa nasal por su corta respuesta.

— ¿Y cómo estuvo tu día? —Raspaba el hielo con la cuchara para que se revolviera con el dulce—. Apuesto que mejor que el mío.

Él volteó a verme, como si tratara de averiguar lo que pensaba o me ocurría, pero lo que sucedió me tomó desprevenida.

Lowell esbozó una sonrisa.








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