Capítulo 39 | Nueva Compañía

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Amaba a mi padre, pero en ese momento lo único que sentía era enojo. Estaba de acuerdo en que su relación iba mal y tal vez no tenía remedio, pero al ver a la morena tomada de su brazo mientras compartían unos cuantos coqueteos me enfureció. No le tomó mucho encontrar un remplazo a mi madre. Y optó por una mujer más joven.

Desde niña había sido muy cercana a él, debido a que mamá no era muy afectiva conmigo. Mi padre siempre estaba a mi lado y me apoyaba hasta en las ideas más alocadas que podían cruzar por mi mente.

Cuando les dije que quería estudiar leyes, mamá no estuvo contenta con mi elección pues pensaba que tenía potencial para otras carreras. Mi padre no dudó en ayudarme con los gastos de la universidad y cualquier cosa que necesitara.

Cuando papá consiguió un ascenso en el trabajo las cosas marcharon bien en casa. Las discusiones entre ellos disminuyeron haciendo los momentos juntos más agradables y cálidos. Por esa razón decidí mudarme a un propio departamento.

—No esperaba verte aquí, pequeña ¿Qué tal la universidad? —sonrió. La morena jugueteaba con el vaso sobre la barra, mirándome de reojo pocas veces.

Mi mirada se endureció, no tenía intención de armar un escándalo y llamar la atención de todos, pero el alcohol en mi cuerpo no era de gran ayuda.

— ¿Por qué no te cuestionas como están tus hijos en casa? —Su sonrisa se borró, no esperaba una respuesta como esa.

—Layla...

—Porque tiempo tienes —continué. Le eché una mirada a la morena, la cual prefería esquivarme—. Al parecer hay asuntos más importantes que Drew y Harper, quiénes no tienen idea de dónde están sus padres. Porque eso son, ¿o ya lo olvidaste?

—Layla, este no es momento para tratar esto —advirtió, moviéndose un poco incómodo en su asiento.

— ¡No me jodas tú también con eso! —solté. Ya no me importaba llamar la atención de la personas. Estaba cabreada con los dos—. Una lamentándose y el otro de fiesta. ¿Cuándo dejarán de pensar sólo en ustedes? ¡Malditos egoístas!

Ya imaginaba a los guardias tratando de sacarme del club.

— ¿Cuánto has tomado? Cálmate, ¿sí? Vayamos afuera —Se levantó para tomarme del brazo, pero me aparté.

— ¿Por qué? ¿Acaso no quieres que ella escuche? ¿Sabés que es un hombre casado, verdad? —Esta vez me dirigí a la morena. No vi asombro en su rostro por lo que supe que ya estaba enterada—. ¿Y aún así te importa una mierda?

—¡Ya vasta, Layla! Es suficiente.

—No me pidas que me calle cuando me he guardado todo desde hace años. No lo hagas —Mi vista comenzaba a nublarse, las lágrimas no tardarían en caer—. ¿Será así siempre? Es lo que me preguntaba cada vez que me quedaba sola en casa debido a sus discusiones. ¿Qué clase de padres son? —Lo miré esperando a que dijera algo, pero su boca se abría y se cerraba sin ninguna respuesta—. ¡Dime, maldita sea!

—Pequeña, yo...

—¡No me llames así!

Leah apareció y me tomó de los hombros. No necesitaba preguntar que sucedía, con tal sólo ver a mi padre y su acompañante lo explicaba todo.

—Uy. Mejor vamos a casa, chica, porque si meto las manos al fuego no hay quien me pare —Me alejó del lugar esquivando las miradas de los demás.

En cuanto llegamos a su auto las lágrimas y sollozos salieron de inmediato. Necesitaba que alguien me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien. No creía poder dormir sola esta noche.

—Yo pido el lado derecho de tu cama, no se discute más —Leah sonrió mientras conducía. Esbocé una pequeña sonrisa. Amaba a esta chica—. Oye, hablando de camas, creo que dejé a ese candente rubio con las ganas —Su carcajada no tardó en llegar.






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