Capítulo 30 | Anhelos Profundos

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Drew había llevado a Harper a los toboganes de agua, Leah andaba ligando con algún rubio, Norris debía estar viendo el menú del restaurante, Roy había ido a la pista de Go karts, y por último, Harley y Lowell andaba viendo las demás atracciones del lugar.

Y ahí estaba yo, en una de las camas cerca de la piscina, tomando el sol. Me coloqué las gafas negras para no lastimar mis ojos. Sentí que alguien se colocaba a mi lado.

Abrí mis ojos y llevé una mano a mi pecho por el susto. Lowell estaba a mi costado, en cuclillas, mirándome con una sonrisa.

—Hola.

Estaba embelesada por sus intensos ojos, pero más que todo por tener demasiado cerca su torso desnudo. Sentí el calor subir a mis mejillas, debía alejarse para poder prestarle la debida atención.

—Hola, pelirrojo —Me quité las gafas para colocarlas en el cabello.

— ¿No quieres ir allá? —Señaló la piscina.

Negué con mi cabeza.

—Más tarde.

O tal vez sí debía ir al agua para enfriarme un poco. Sonreí ante ese pensamiento. Lowell se enderezó y movió la cama de al lado para quedar más cerca y se acostó en ella.

Giró su cabeza para verme. Se veía tan bien, demasiado bien.

— ¿Tienes protector solar? —preguntó. Me tomó unos largos segundos para asentir y pasárselo.

Me sentía como toda una pervertida mirándolo sin pudor como se ponía la crema en el cuerpo. Hice un gran esfuerzo para ver al frente. Tragué saliva al escuchar mi nombre salir de sus labios.

— ¿Me pones en la espalda? —Extendió el protector hacia mí.

— ¿Qué? —Rasqué mi cuello y solté una risa nerviosa.

Quiere torturarme. Eso es.

Siguió insistiendo, la peor parte fue cuando sonrió, no pude negarme a esa sonrisa. Me senté y le pedí que se girará, él obedeció. Acerqué lentamente mi mano, no faltaba decir que me sentía nerviosa. Su piel era muy suave, esparcí la crema por su espalda con mucho cuidado, estaba matandome.

Me encontré perdida en su espalda, que no me percaté que había terminado con la tarea.

De repente Lowell se levantó de su lugar y me tomó en sus brazos, sorprendiéndome.

— ¡Lowell! —Me removí para que me bajara, en su rostro se plasmó una sonrisa divertida.

—Vamos al agua. ¿No quieres acompañarme? Prometo comprarte un raspado.

Me fue imposible no reír. Caminó hasta la piscina, cada vez más profundo, pasé mis brazos por su cuello para no caerme. Habían varias personas en la piscina, la mayoría eran adultos y jóvenes. Me indicó que iba a soltarme, mis pies tocaron el suelo y sentí sus manos en mi cintura.

—Al parecer las hermanas Carson se sienten atraídas por mis ojos —comentó sonriendo levemente.

—Apuesto que no somos las únicas.

—Posiblemente, pero ellos son muy selectivos a la hora de fijarse en alguien.

No podía despegar mi vista de la suya, no cuando me miraba de esa forma tan intensa y me sostenía en sus manos.

—Confío en ti. ¿Tú lo haces? —preguntó suavemente. Me perdí en sus ojos verdosos y asentí con la cabeza.

—Por supuesto, compañero de raspados —Esbozé una sonrisa dulce.

Como si mis palabras lo hubiesen alentado, Lowell comenzó a soltar lo que cruzaba por su mente en ese momento.

—Layla —Apartó de mi rostro un mechón de cabello—. Quiero contarte muchas cosas, deseo que me conozcas. Admitiré que quiero pasar por ti cada vez que salgas de clases, al igual que quiero escucharte hablar de cualquier tema con tal de que no dejes de hacerlo. Ansío llevarte a distintos lugares y besarte al final del día, ansío que me dejes ser alguien importante en tu vida, Layla.

No podía describir lo que sentía en ese instante. Estaba asombrada y no sabía si era por lo intensidad de sus palabras o porque era la primera vez que lo escuchaba hablar demasiado.









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