Capítulo 10 | Vistas Salvajes

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No tardó mucho en llegar. Le mencioné que aún no había optado por un lugar, se tomó un momento para pensar y me preguntó si había un zoológico cerca.

Mientras Lowell conducía aproveché para poner música en la radio.

Se había puesto una canción que me encantaba. Comencé a cantar a todo pulmón, movía mis manos y hacía gestos raros, Lowell en ocasiones me veía de reojo y podía notar diversión en su mirada. Él sólo movía sus dedos sobre el volante al ritmo de la canción.

— ¿Cómo es que eres cantante? Únete a mí. Es tu día de suerte, no invito a muchos a cantar conmigo.

Él sonrió.

—De acuerdo, pero pondremos una que a mí me gusta.

—Es todo tuya —Señalé la radio con ambas manos.

Si había pensado que Lowell era un aguafiestas estaba equivocada.

Me demostró que podía soltarse y ser intenso. Y lo mejor de todo es que tenía una hermosa voz. Una en la cual me había perdido en ella toda la canción, su voz transmitía sentimiento y no dejó de sonreír al cantar y eso me encantó.

—Eso fue asombroso... ¿Qué digo? Fue mucho más que eso —Lo miré perpleja, al finalizar su canto—. Canta otra.

Y lo que sucedió después me descolocó.

Lowell soltó una risa.

Habíamos llegado y el pelirrojo no dejaba de caminar, dijo que quería visitar y ver a cada animal del zoológico. Y era un lugar enorme. Mis pies me dolían y él estaba un poco cansado, así que hicimos una parada en el comedor. Compramos algo de comida y tomamos asiento en una mesa.

— ¿Soy yo o no dejaste de sonreírle a los animales que hemos visto?

Él dejó de comer y me miró.

—Me gustan los animales desde pequeño.

— ¿Así que si no te hubieras dedicado a la música, habrías optado por una carrera que los involucrara a ellos? Como veterinario —No era una pregunta, era más una afirmación.

Lowell asintió.

—Esa era una opción.

Mis ojos vagaron por su rostro mientras el comía sin percatarse que estaba siendo inspeccionado. Además de ese bello color de ojos, su cabello rojo no pasaba desapercibido, tenía orejas pequeñas, cejas gruesas, su piel era muy pálida y por último, mi vista cayó a sus labios.

Se veían tan sensuales. Solté una pequeña risa por ese pensamiento.

— ¿Qué sucede? —preguntó.

—Es sólo que los pelirrojos siempre me han parecido algo... Extravagantes. Es todo —Admití encogiéndo mis hombros.

— ¿Has conocido a otros pelirrojos?

—Sí, pero tú eres el único con el que he establecido una amistad. Siempre se alejan incómodos, de seguro es por la forma en que los veo —Solté una risa—. Así que no te asustes cuando te mire demasiado.

Una sonrisa apareció en su rostro.

— ¿Cómo lo hacías hace rato?






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