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"Corinto"

El sol se sentía cálido sobre las verdes hojas del gran árbol que ocultaba a un pequeño cuerpo tendido plácidamente en el césped. Diminutos rayos hacían radiante el rostro del chico, éste con los brazos cruzados tras su nuca, extendiendo sus delgadas piernas y rindiéndose al caliente verano. Una suave brisa atravesó su playera, haciéndole temblar y suspirar pesado. A cuestas ladeó su cuerpo a la derecha, intentando encontrar un espacio más cómodo en la hierba fresca. Sin embargo, volvió a su posición inicial al oír pisadas acercándose.

Unas maltratadas zapatillas familiares estaban precipitándose a él. Sus ojos siguieron su radar, y comenzaron a ascender, delineando las curvas de la delgaducha figura del rubio chico. Sus rodillas se flectaron y con sus ojos conectó su mirar con el castaño del césped. Éste, aún tendido en el suelo, sobresaltó al mirarle más fijo, escéptico de su mirar.
Ya no descubrió el aurífero brillo en los orbes cafés del rubio. Ahora su piel estaba acerbamente lastimada, repleta de ligeros golpes que con el tiempo se volverían notorios en sus brazos, y su rostro pálido como hoja de papel.

Incrédulo de lo que sus ojos le señalaban, se sentó atemorizado inclinándose al chico, quedando cara a cara. De sus labios no salía malditamente nada, y se maldecía por ello. Quería decir tanto pero su conmoción parecía ganarle por completo, por lo que su boca se mantuvo en una encrucijada de inseguridades y tartamudeos. Al verle de nuevo, sintió sus párpados mojados y angustiado comenzó a morder su labio inferior. Sus manos intentando tocarle sólo quedaron en el aire, con miedo a quebrar al rubio chico con su simple toque.

Su joven corazón dio un vuelco y se zambulló en un mar lleno de pena cuando el chico frente a él le regaló una sonrisa con una dulzura sutil y acogedora.

No le había gustado para nada, su solemnidad y sufrimiento se notaba en demasía, y lo lúgubre detrás de ella solo causaba una incesante melancolía que recorría sus venas.

Quiso que todo eso fuera una pesadilla, deseó que ese recuerdo fuera enterrado bajo tierra para detener aquella melancolía que le atacaba cada año. Siempre, siempre, siempre; lo veía una y otra vez, recordándole su existir en su memoria. Quería llorar.

Sus inquietas manos se atrevieron a tocarle, pero el mínimo roce de sus temblorosos dedos en la piel del rubio fue una injusta ilusión. Como siempre. Y no pudo hacer nada para volver a ese recuerdo. Su tacto se eliminó al ver todo oscuro, y despertó.

Se repuso en el sofá de su sala de estar y tomó su cabeza en sus manos, sintiendo las gotas de sudor resbalar por sus sienes. Sus pies estaban fríos como hielo al igual que sus manos, y sus piernas no parecían querer dejar de moverse. Trató de tranquilizar su cuerpo entero y exhaló lento por la boca.

—Yoongi...

Quitó sus manos de su cabeza y levantó su cabeza. Sus ojos quedaron hipnotizados en la nada de la pared y unos tacones se escucharon cercanos.
Giró leve su cabeza y revolvió sus cabellos.

—¿Otro sueño más? —Jungkook asintió y se mantuvo cabizbajo. —Debes parar, no es bueno para ti —se preocupó la castaña dejando unas bolsas de compra en la pequeña mesa de centro y se acercó al chico, agachándose para tomar cariñosamente entre sus manos los enrulados cabellos y depositando un delicado beso sobre éstos. —Hey —le llamó, haciendo que el menor levantará su angustiada mirada—, ya llegué —anunció con amor.

camaleón ¹ • taekookWhere stories live. Discover now