Capítulo 2: El libro del infortunio(editado)

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La noche se le echaba encima, y debía estar preparada. Taissa se cambió el vestido que llevaba puesto y que un día había pertenecido a su madre, y se puso una camisa holgada beige, unos pantalones marrones que le regaló su padre cuando le había suplicado que no quería llevar más vestidos (aunque los seguía llevando la mayoría de veces) y unas botas marrones de suela lisa. Con un cinturón en su cintura, Taissa se apretó los pantalones, que le estaban un pelín grandes.

Jamás había conseguido rellenarlos, pero tampoco había tenido mucha oportunidad para intentarlo. No vivían en el mejor barrio ni llenaban sus estómagos de manjares. Pero sus circunstancias le habían convertido en quien era, y aunque a Taissa le habría gustado decir que la veían como alguien peligroso, alguien a quién temer, seguía siendo ella. No era capaz de matar una mosca, y su aspecto, delgaducha, de una altura promedio, y con un rostro gentil y afilado, con pómulos marcados y barbilla puntiaguda, no ayudaban.

Salió a cenar, un simple trozo duro de pan con algo de queso, y su madre la miró de pies a cabeza en cuanto entró en su campo de visión. Podía ver que en su mirada de reproche estaba oculto el miedo, y no pudo evitar frotar la pequeña cicatriz de su brazo derecho, lo que se había convertido en un mal hábito. Temía que saliera y que por la mañana estuviera muerta, y a decir verdad, ella también.

La sobrepoblación de los suburbios, llenos de gente que nadie quería, había sido el causante de que cada pequeño delito se pagase con la muerte. Sólo con derecho a juicio por elevadísimos precios que solo se podían costear la justicia los más pudientes, en los barrios altos, separados por la muralla interna de la ciudad que mantenía la ciudadela de Asterin alejada de la podredumbre.

Y como en la ciudad de Corona no había realmente justicia, Taissa supuso que tampoco había realmente criminalidad, solo una batalla a muerte entre ricos y pobres, como gatos y ratones. Los pobres intentaban robar a los ricos sin que éstos los atraparan y los ricos intentaban darles la muerte. Y desgraciadamente, entre los gatos y los ratones, a Taissa le había tocado la alimaña. Por eso cuando se puso un abrigo oscuro y se marchó, algo más tarde de las dos de la mañana, supo que su vida estaría en juego, y que su madre no dormiría esperando su regreso.

Incapaz de recorrer los tejados de manera ágil y silenciosa como un fantasma, caminó entre las calles apenas transitadas, con adoquines que se elevaban y descendían en terrenos mal adecuados, que servía la mayoría de veces para que la gente tropezara o para que se formaran enormes charcos de agua en las vías.

Su cuerpo, oculto por una larga capa, se entremezclaba con las sombras más oscuras que ella iba buscando, esquivando a los guardias que empezó a encontrar al traspasar el muro por una parte de este que tenía un boquete, que Taissa había ocultado con ramas y vegetación, y que había formado hacía ya meses. Normalmente la gente pasaba por sus puertas, ya que la entrada siempre estaba abierta, pero con su aspecto y a esa hora, habría llamado demasiado la atención.

Taissa no tardó mucho en subir por la colina, usando sus manos y pies para agarrarse a lo que podía, sin utilizar el único camino que subía hasta el palacio de la marquesa de Corona, su destino.

Había antorchas encendidas y guardias vigilando las entradas, aunque la mayoría de ellos estaban bebiendo o jugando a las cartas, pues se trataba de una ronda nocturna sin nada extraordinario. No que ellos supieran, al menos. La luz de la luna se reflejaba en las armaduras de acero, y las capas rojas caían llenándose de tierra en los bajos. Los guardias echaban el aliento en sus manos para calentarlas, aunque Taissa dudó que funcionara más de unos segundos.

Taissa había estado vigilando el palacio durante semanas, cuando no estaba traduciendo el aburrido manuscrito que aquel sacerdote le había ofrecido, por lo que sabía cuándo cambiarían turnos y por dónde era más fácil entrar.

El grimorio robado (La corte de los desterrados #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora