Capítulo 30: Las cosas como son (editado)

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—Hola... Creo que mejor vuelvo en un rato.

—No, da igual —dijo Dylan acercándose, abriendo de nuevo el armario, y mirando su parte del mismo.

Cogió una camisa y un pantalón cualquiera, y Taissa dijo sin pensar —Creo que esto combinaría mejor, quiero decir, no es que eso no se vaya a ver bien, pero... No sé, puedes elegir lo que quieras.

—Gracias —respondió con una sonrisa cogiendo lo que le había recomendado y dejándolo en la cama. Sus manos seguían puestas en los botones, aunque no abrochó ni desabrochó ninguno —, ¿hablamos sobre lo que ha pasado en el pasillo esta mañana? —Sus palabras la sorprendieron tanto que pegó un boto.

—¿Qué? Yo... tú... —Taissa seguía de cara al armario cuando lo notó ponerse detrás de ella, formando una sombra sobre la ropa en éste. Aún así, no se giró —. Querrás decir lo que casi pasa, ¿no?

—Sí, pero creo que deberíamos hablarlo.

—¿Para qué? No pasó nada.

—Qué más da el resultado —Taissa se escabulló lejos de él, y cuando se giró, los ojos de Dylan parecían indecisos —. Solo fuimos interrumpidos, sabes lo que hubiese pasado si no. Ambos estábamos dispuestos a-

—Pero no pasó.

—Bueno, pues ya que no cooperas, hablaré yo —Taissa puso los ojos en blanco y él continuó. Bajó la cabeza y tragó. A Taissa no le gustó —. No... no creo que debamos ser... Quiero decir, ésta bien con gente ajena al grupo, pero estas cosas suelen acabar mal —dijo y Taissa dejó caer las manos.

Taissa no supo qué responder, pero por qué darle más importancia a algo que no acabó de ocurrir. No eran más que dos compañeros, unidos por una mala decisión al principio, y por una causa mayor al final. Nada más, ni ahora ni nunca. Desde luego.

—Lo sé —dijo finalmente. Él cerró el armario, y se dirigió a la cama. Pero Taissa no pudo mantenerse callada —. Lo que sea. Solo habría sido un beso, no es que me gust- no es que me gu-guste...

Taissa fue enrojeciendo intentando decir las palabras "No es que me gustes". Pero por dentro lo sabía. Era una mentira. Porque le gustaba, le gustaba muchísimo. Le gustaba que se pasara la mano por el pelo cuando estaba nervioso, que echara vistazos sobre su hombro para mirarla, que se hubiera quedado para comprobar que estaba bien, que la hubiese dejado ganar la carrera a caballo. Le gustaba el calor de su cuerpo, que supiera lo que era, que formara parte de su mundo y que supiera que podía confiar en él con los ojos cerrados. Pero hasta ese momento, no había sabido lo mucho que le gustaba.

Taissa dejó de intentar decir aquellas palabras que no iban a salir, y Dylan la miró sorprendido.

—¿Te gusto? —Taissa se negó a responder, pero él se acercó —. Te gusto... No puedo gustarte —Taissa frunció el ceño.

—¿Por qué no?

—No lo entiendes, tú...

—¿Yo qué? —Taissa se acercó un paso, reduciendo la escasa distancia que los separaba ya.

Dylan no pudo encontrar las palabras. No sabía cómo decir lo que pensaba sin exponerse, sin que Taissa supiera que había cosas que tenía que explicarle, que no la merecía.

—Yo no... —Pero Taissa dio el último paso hasta que las puntas de sus pies se encontraron. Sus narices estaban muy cerca y Dylan inclinó la cabeza y la rozó con la suya.

—Sé cómo me miras —Hacía tiempo que nadie la había mirado así. Pero no se dejó pensar en eso, no podía.

Dylan no sabía cómo la miraba, pero podía imaginárselo, porque en lo único en lo que podía pensar era en las ganas que tenía de besarla. Quería mover sus brazos, rozar con sus dedos la suavidad de su piel, quería hacer tantas cosas. Y Taissa lo vio, vio el fuego que brillaba en sus ojos, vio la llama y no se asustó, quisó tocarla, quiso acercarse y abrazarla.

El grimorio robado (La corte de los desterrados #1)Where stories live. Discover now