Capítulo final: Un nuevo camino (editado)

126 19 0
                                    

Taissa se apoyó contra la ventana, mirando cómo los viajeros disfrutaban de un día soleado bajo el sonido de unas gaviotas parlanchinas. Estaba oculta casi por completo tras la cortina, temerosa de que alguien se diera cuenta de su curiosa apariencia. Su cara, sin embargo, estaba mustia, con los labios fruncidos y una expresión cansada. Sus vecinos en el camarote de en frente, un par de hermanos de mediana edad, ya se habían dado cuenta de que ninguno parecía muy contento, Taissa lo había notado, pero si ellos supieran por lo que habían pasado las últimas semanas, habrían comprendido por qué no querían socializar, hablar o conversar, aunque todavía quedase un largo viaje por hacer, atrapados en ese vehículo cóncavo, de madera y metal, pintado de blanco.

Cuando Jordy murió, no habían tenido más remedio que enterrarlo allí mismo, en el lugar más bonito y cercano que habían encontrado. Rob pidió prestadas un par de palas, y mientras cavaban, Rob, e intercambiándose Alyssa y Taissa, ya que éste decía que cavar lo ayudaba a pensar, no emitió ni una palabra más mientras hacían un gran hoyo profundo. Aunque de hecho, hacerlo lo ayudaba a no pensar. Jordy no había tenido ningún ataúd de la madera mejor pulida, ni un funeral o un entierro, no había tenido nada de lo que se merecía, ni siquiera una lápida. Lo habían enterrado con la ropa manchada de sangre que ya llevaba puesta, mientras Rob lo tomaba en brazos y lo depositaba en la tumba, cruzando sus brazos sobre su pecho. Ya no tenía ninguna sonrisa en la cara.

Manchado de arriba a abajo, Rob salió tras posicionarlo allí dentro y empezó a llenar el agujero de tierra. Taissa recordaba haber derramado lágrimas mientras su cuerpo se llenaba de tierra, y quedaba del todo enterrado. Rob sin embargo no emitió ninguna, con una actitud cansada, sin emoción, sin decir nada al final. Alyssa volvió a cantar cuando hubieron acabado, un canto fúnebre aquella vez. Pero en esa ocasión, Rob cogió las palas y se marchó. No lo volvieron a ver hasta después de unas horas. Para entonces, había encontrado una roca de piedra blanca, del tamaño de un cervatillo, y con un cuchillo había esculpido la figura de un hombre en una capa, luego había grabado el nombre de Jordy debajo "Jordy Alphonse Campbell" y lo había puesto en donde se suponía que debía estar su cabeza, a metros bajo tierra. Era la figura de los sanadores, y se solía poner en aquellos que habían dedicado su vida a ello.

Rob había comprado ropa para Taissa con el dinero que había quedado, ya que sólo iba con un camisón ensangrentado, además de una capa larga con capucha, para ocultarse. Como no había nada que pudieran hacer con su aspecto, simplemente habían intentado ocultarlo lo máximo posible.

La herida de su brazo había parecido estar infectada, y cómo había sido hecha por hierro, le había costado mucho más de lo normal limpiarla y curarla, incluso para lo que tardaba un humano. De hecho, no había podido moverlo durante semanas.

Tras salir de las cercanías del pueblo, habían subido al carruaje y habían seguido su camino rápidamente, antes de que los guardias se lo impidieran cortando los caminos. En la capital de la región de Aurea, Osrel, Rob había vendido el carruaje en el mercado negro, en dónde se habían acordado de los baúles de ropa que llevaban en la parte de atrás, ya que estaba manchado de sangre y no les harían preguntas. Se habían quedado con unas cuantas cosas y la mayoría las habían vendido.

Taissa había decidido no preguntarle cómo conocía ese lugar.

A caballo, habían tardado dos días en llegar al puerto, recibiéndoles con el olor salado del mar y el graznido de las gaviotas en el cielo. Era tarde cuando habían llegado, y como el próximo barco salía dentro de tres días, habían conseguido una habitación compartida para los tres, por no gastar mucho dinero. Habían vendido los caballos, que no se habrían podido llevar con ellos, y con eso habían comprado los billetes. Durante ese tiempo, Taissa se había quedado encerrada en el cuarto, mientras Rob y Alyssa salían y compraban la comida, además de otras cosas. Ellos se habían encargado de subírsela, y aunque al principio Rob había ordenado a Alyssa que se quedase con ella, Alyssa lo había ignorado y lo había seguido a todas partes.

Esos días Rob no había estado muy hablador, no con Taissa por lo menos, aunque tampoco lo veía mucho, ya que salía por la mañana con Alyssa para traerle el desayuno y luego se marchaban. Alyssa volvía para comer, hasta las seis de la tarde, que también se marchaba. Y a la madrugada volvían juntos. Taissa dormía con Alyssa en una cama y Rob dormía en la otra, si es que lo hacía. Un día, había traído papel y pluma, y había escrito una carta a la esposa de Jordy, contándole lo que había pasado y dónde estaba su marido enterrado. La mandó el mismo día que habían embarcado. Taissa había decidido también escribir.

Le había contado a su madre todo lo que había pasado (o una parte de ello, para no preocuparla demasiado) y que se iría del país por seguridad. También le había dicho que se marchara de Corona. Lo que sin embargo no le había dicho había sido algo que fuese revelador, ni el lugar al que iban ni quién estaba involucrado, ya que la mitad del equipo se había quedado en el ducado de Icylands, del que no sabía nada. No hasta que había bajado para picar algo antes de cenar y había escuchado el tema de conversación. La gente había comentado que la hija de los duques de Icylands había sido ejecutada y que en una pelea a muerte había muerto el duque. La duquesa Meahlly estaba viva, pero Taissa se imaginaba que no eran sus deseos. Había huido con su cuñada a sus tierras en Rainfall, a salvo con el hijo de ésta, recién nombrado conde. Sus tierras habían sido arrebatadas por lady Helene, quien se las había entregado a un hombre salido de la nada. Sin embargo, nadie mencionó a Dylan, Dani o Chris. Sólo cruzaba los dedos para que estuviesen bien.

En esos momentos Taissa había tenido tiempo para pensar, en lo que se había convertido, en lo que había visto, en lo que había hecho. Tembló cuando recordó la sensación de desgarrar una garganta, cuando la sangre metálica manchaba sus labios con su sabor metálico y asqueroso, cuando clavaba un arma en la carne y notaba como todas aquellas cosas que formaban lo que eran se rompían y no dejaban más que un cuerpo en el suelo. Sin embargo, la razón de su temblor no fue el arrepentimiento, sino que no le importara en absoluto. Se había sentido de maravilla esos segundos, cuando la vida se les escapaba, y una parte de ella todavía se sentía así, extasiada. Pero también se sentía sucia, como si una pared blanca se manchara de barro y este no saliera aunque lo frotara una y otra vez. No le gustaba pensar en eso, pero estar sola tanto tiempo en el cuarto no ayudaba.

Luego se marcharon. Los billetes les habían dejado con poco dinero, y en su camarote, sin ganas de salir o de simplemente de levantarse de la cama, Alyssa decidió contarle quién era en realidad, mientras el agua los mecía alejándoles de aquel lugar lleno de muerte y de sus seres queridos.

El grimorio robado (La corte de los desterrados #1)Where stories live. Discover now