Capítulo 21: Una propuesta (editado)

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Cuando empezó a frotarse los ojos y a necesitar pestañear varias veces para enfocar la mirada, Taissa decidió que era la hora de dar una pausa. Además, ya había oscurecido. No se extrañó, ya que aunque aún era temprano, en aquel lugar y en aquel tiempo la noche caía antes. Con un bostezo, se levantó. Le rugían las tripas.

Escribió el nombre del ejemplar que iba a sacar en la libreta que el amable bibliotecario le extendió y firmó antes de salir. Cerró la puerta tras ella y se detuvo un segundo, pensando en lo que hacer. Taissa miró hacia su libro y comenzó a andar. Primero lo dejaría en su alcoba. Desgraciadamente, no tardó en darse cuenta de que no recordaba dónde estaba.

Taissa empezó a caminar por los pasillos que le sonaban hasta empezaron a parecerle todos iguales, y sin importar las veces que girara o los escalones que subiera o bajara, el camino se le hizo igual de desconocido.

Empezó a acelerar el paso, pensando que aunque estaba ciertamente perdida, tardaría menos en encontrarse si se daba prisa. Solo tenía que encontrar un sirviente para pedirle ayuda. Escuchó unos pasos a su espalda, de alguien como si estuviera corriendo y se dio la vuelta.

A parte de esos pasos, solo escuchaba su respiración. Las piernas habían empezado a temblarle después de un rato, y los pasillos se le hacían cada vez más estrechos, como si se encogieran a su alrededor. Taissa siguió ese sonido hasta unas escaleras que bajaban, pero no vio nada, y el ruido se había difuminado hasta desaparecer. Si lo pensaba bien, ni siquiera le habían sonado como pasos, sino más bien, como los cascos de unos caballos. Taissa negó, estaba perdiendo la cabeza.

Dio un paso atrás y se giró. Sus pies se desestabilizaron cuando su cabeza chocó contra algo y trastabilló hacia atrás. Un suspiro de alivio salió de su boca cuando alzó la vista y vio unos ojos grises.

—¡Rob! —Taissa casi lo abrazó.

—¿Qué haces aquí? —preguntó él —. Casi es la hora de la cena. ¿No deberías estar preparándote?

—¿La cena? —Taissa dejó escapar una exhalación de cansancio —. Estoy perdidísima. Llevo vagando por lo menos diez minutos —Rob empezó a reír y Taissa le dio un codazo.

—Perdón, perdón —Dejó una sonrisa esbozada y dio media vuelta —. Vamos, yo te guío. No sé dónde te habrán instalado, pero seguro que juntos encontraremos tu alcoba antes que tú sola.

—Gracias —Taissa se colocó a su lado y empezaron a caminar —. ¿Y tú a dónde ibas, por cierto? —Rob contuvo una sonrisa.

—Solo a ver a una amiga —Taissa arqueó las cejas. La palabra amiga no había sonado como tal —. ¿Y tú? ¿Qué has hecho toda la tarde?

—Estaba en la biblioteca.

—Cómo no.

—Y he conocido a una chica, Alicia. Supongo que la conoces —Él asintió.

—Desde hace unos años —respondió —. Estará encantada.

—Sí, echaba de menos a Dylan —Taissa abrió la boca para comentarle lo que segundos antes de que él apareciera había escuchado, esos cascos, por si él también los había oído. Pero la cerró antes de hablar, probablemente pensaría que estaba loca.

—¡Señorita! —Ambos se giraron y Taissa casi exclamó de alegría. Era la sirvienta que la había acompañado hasta su alcoba —. La había estado buscando.

—Supongo que aquí dividimos caminos.

—Gracias —dijo de manera sincera. Él negó, dando marcha atrás a sus pasos para, Taissa supuso, volver a donde había planeado antes de encontrarse con ella.

El grimorio robado (La corte de los desterrados #1)Where stories live. Discover now