Capítulo 15: En el borde (editado)

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Después de ver aquel espectáculo de la naturaleza por un rato, fuera o no por la mano de las hadas, volvieron a acabar sentados, o investigando la sala en la que habían acabado. Sus mesas de cristal con patas de garra bañadas en oro, sus sillones de terciopelo o sus estanterías de madera.

Taissa tomó la sábana que tapaba una de éstas y tiró de ella hasta dejar al descubierto los libros, los dorsos en donde tenían escritos los nombres.

—No pensaba que estuvieran —dijo. Sin embargo, al sacar uno se le borró la sonrisa, estaba hecho un desastre, medio comido por dentro. Lo dejo en su sitio y suspiró.

—¿Te gustan los libros? ¿Leer? —preguntó Dylan.

Taissa se encogió de hombros.

—No hay mucha oportunidad de leer de donde soy —comentó, con una sonrisa irónica —. La mayoría de veces solo traduzco, o sea, no leo por placer, pero cuando tengo bastante ahorrado y ya no puedo resistirme más, subo al mercado y compro un libro de segunda mano.

—Ya veo.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó Taissa.

—No me gusta especialmente leer, la verdad —Taissa lo miró con una expresión circunspecta —. Perdón —rió —, supongo que no he leído suficiente para saber si podría gustarme —Dylan suspiró mirando por la ventana, sentado en uno de los sillones.

—¿Qué hacemos con eso? —se atrevió a preguntar.

—No lo sé, se supone que si no lo respiras no te pasa nada, y vamos bien equipados, pero estamos lejos y no sé en qué cantidades funciona o en qué proporciones —explicó —, pero no sé si quiero que nos quedemos toda una noche. Escaquearnos de día va a ser más difícil, y los demás van a estar preocupados. Tampoco sé si dura minutos, horas o días, pero si dura días estamos jodidos.

—Si dura días vamos a tener que irnos con la "lluvia" sí o sí.

Taissa chistó cuando vio que la rendija de la puerta se iluminaba, y tanto Dylan como ella guardaron silencio, y tal como había aparecido, el pasillo volvió a la oscuridad. Y las voces que habían sonado momentáneamente, también se apagaron. Ambos se miraron y asintieron.

—¿Cinco minutos? —preguntó Taissa. Dylan asintió.

Cinco minutos por si acaso, aunque si tenían la mala suerte de abrir la puerta justo cuando un guardia paseaba por aquel pasillo la iban a tener difícil. Dylan estaba seguro de que podría derrotarlo, pero no sabía si lo conseguiría antes de que diera la alarma.

Esperaron el tiempo acordado y suavemente, sin poder evitar que la puerta chirriara, salieron de la habitación. Con los pies casi de puntillas, Taissa caminó por detrás de Dylan, teniendo máximo cuidado en no hacer ningún ruido, que era más sencillo que en el bosque, aunque algunas baldosas del suelo estuvieran rotas e hicieran ruido, pero observando los pasos que Dylan daba, Taissa los imitaba casi a la perfección.

Dylan la miró cuando cruzaron la esquina del pasillo y ambos sonrieron al ver que no había ninguna luz saliendo. Significaba que no había nadie.

Se acercaron a la puerta, y aunque Dylan giró el pomo, pero la puerta estaba cerrada con llave. Ambos soltaron una palabrota.

—¿Sabes cómo abrir la puerta? —preguntó Dylan. Taissa alzó las cejas sorprendida.

—No forcé la puerta para entrar al castillo, ya estaba abierta —dijo ella —, y es la única vez que he robado, así que... no.

—¿Ni con horquillas ni nada? —preguntó. Taissa pestañeó lentamente —. Eso es un no. Dani sabe hacerlo.

—Resulta que no soy Dani —continuó ella en un susurro molesto —, y tú podrías haber aprendido de ella.

El grimorio robado (La corte de los desterrados #1)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن