Capítulo 31: Un poquito más de ti (editado)

124 17 0
                                    

Taissa no sabía a dónde se dirigía mientras recorría los pasillos. Eran sus pies los que tiraban de ella, pero los dejó- Dejó que la llevaran tan lejos como fuera posible del muchacho rubio que dormía plácidamente.

Sus pasos se oyeron contra las baldosas, casi tan airosos como ella se sentía. Y tan concentrada estaba en huir que no notó a la persona que giraba el pasillo hasta que chocó contra ésta.

—¡Ah, perdón! —exclamó, trastabillando hacia atrás. Taissa alzó los ojos y unos de un tono similar le devolvieron la mirada. Ambos sonrieron —. Eres tú.

—¿Quién si no? —preguntó Jordy. Taissa se encogió de hombros.

—¿Vas a algún lado?

—A ninguno en particular. Acabo de escabullirme de una comida que empezaba a parecer una merienda —Taissa rió —. ¿Por?

—No sé, estoy libre y sin nada que hacer... —Las comisuras de los labios de Jordy se volvieron a elevar.

—¿Te apetece un picnic?

—¿Un picnic? —preguntó Taissa sorprendida por su sugerencia.

—Claro, ¿no querías hacer algo? Pues hagamoslo. Podríamos hacernos nosotros mismos unos sandwiches y comernoslos sobre una manta en el jardín.

—Me gusta la idea, la verdad —confesó ante el pensamiento —, pero sigue nevando.

Él miró por la ventana, dándose cuenta de que era cierto, pero en vez de mostrar una mueca de decepción como Taissa esperaba, le dio una sonrisa juguetona.

—No importa. Así te enseño un lugar.

—¿No habíamos quedado igualmente? Con Dylan.

—Dijo de hacer la reunión antes de cenar, y para eso aún queda, ¿no te lo ha dicho? —Taissa negó, seguramente con la última conversación acalorada que habían tenido, se le había olvidado.

—Entonces está bien, vamos —Taissa se dejó guiar a las cocinas, aceptando su oferta del picnic-merienda.

Ignorando las réplicas de las cocineras, que parecían molestas aunque era poco lo que ellos creían estorbar, no pasó mucho para cuando se rindieron. Jordy cogió un delantal blanco y se lo amarró a la cintura. Taissa vio lo poco que encajaba el delantal sucio con la ropa elegante y no pudo evitar soltar unas carcajadas.

—¿Y tú de qué te ríes? —preguntó éste.

—Tu ropa... digamos que es de un estilo diferente al del delantal —Él se miró y sonrió, dándole la razón.

—Mi madre siempre se ponía uno parecido para hacernos la comida, y mi esposa igual. Así que he supuesto que era lo más sabio que podía hacer.

Sacó los panes y le encomendó a Taissa que los abriera por la mitad para poder echarles ricos embutidos y condimentos dentro, que él iba a escoger.

—¿Esposa? También la mencionaste ese... ese día, aunque en ese momento no sabía que tuvieras una.

—Pues ya ves. Apenas me lo creo yo —Su comentario hizo que Taissa sonriera —. Por cierto, tienes que cambiarte y ponerte algo de más abrigo si pensamos salir ahí fuera.

—¿Es totalmente necesario? —Él se cruzó de brazos y asintió, mirando la fina tela de la ropa de montar. Taissa dejó salir un suspiro —. Pues me cambio cuando hayamos terminado.

—Tranquila, lo hago yo y así no perdemos más tiempo.

—¿No te importa? —Él negó —. Pues vuelvo en diez minutos, ni uno más, lo prometo.

El grimorio robado (La corte de los desterrados #1)Where stories live. Discover now