Capítulo 6: Rumores y mentiras (editado)

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Taissa sintió su cuerpo arquearse hacia delante antes de comprender lo que estaba pasando. Escuchó el portazo contra la pared, y sus ojos recorrieron a los hombres que hacían que la ya pequeña habitación pareciera minúscula.

Uno de ellos llegó hasta ella antes de que Taissa hubiera puesto un pie fuera de la cama, pero a él no pareció importarle, y prácticamente la sacó a rastras. Taissa se quejó al notar los dedos clavándose en su piel, hincándose en su brazo y haciendo que se tambalease hasta precipitarse al suelo por el trato brusco. Tiró de ella con fuerza, y apoyando el brazo libre en el suelo, se ayudó a levantarse. Antes de darse cuenta otro soldado estaba a ese lado y ambos brazos estaban sujetos firmemente.

Taissa salió a trompicones tirada por ellos. Afuera, su madre parecía consternada, afirmándoles lo buena chica que era, rogando y llorando de rodillas. Junto a ella, había incluso más soldados. Charlotte gritó su nombre antes de que la detuvieran de seguir avanzando.

—¿Qué... qué está pasando? —preguntó exaltada. En su interior, sin embargo, se estaba llevando a cabo su peor pesadilla. La han pillado y la iban a ejecutar.

Taissa agradeció llevar puesto lo de la noche anterior, pues había estado tan cansada que ni siquiera se había puesto el camisón para dormir. También agradeció no haber bebido mucho, ya que no podría aguantar vivir su peor pesadilla mientras el mundo le daba vueltas.

Con las manos y tobillos encadenados, aunque no sabía cuándo había pasado, los soldados empezaron a escoltarla por la ciudad. Aunque ya era suficientemente malo que notara cada músculo de su cuerpo temblar, que no la trataran con demasiada delicadeza hizo que tropezara más veces de las necesarias.

Taissa envió una súplica a los dioses, a cualquiera de ellos, de cualquiera de los lugares de ese mundo, pidiendo ayuda. "Que alguien me salve". "Que solo sea una equivocación". "Quiero salir de ésta".

Y se dijo, continuamente como un mantra: "Todo saldrá bien, todo saldrá bien".

Estaban montando un espectáculo con ella. Lo supo por la cantidad de guardias y la forma en la que hacían un pasillo a su alrededor, atrayendo la curiosidad de la gente. Taissa miró hacia abajo, la ira coloreando sus mejillas. No podría mirar a la cara a Sam si se encontraba con ella en ese estado, cuando ni siquiera sabía de qué la acusaban.

Se atrevió a mirar hacia atrás y se dio cuenta de que su madre ya se había quedado atrás, sujeta por un guardia mientras gritaba y se removía con violencia. Estaba aterrada, conocía esa sensación perfectamente y no tuvo problemas en identificarla. Taissa no pudo evitar llevar su mano izquierda a su brazo derecho en busca de la cicatriz, pero consiguió no tocarla, pues solo era una muestra de lo débil que era, del miedo que tenía.

Llegaron al palacio, y esa vez el lugar le pareció más lúgubre, húmedo y oscuro, aunque los rayos de luz iluminaban los pasillos, por muy débilmente que lo hicieran con las gruesas paredes de piedra y las estrechas ventanas. Algo en ella se encendió como una alarma, lo que la hizo querer salir corriendo. Notó su respiración entrecortada y pensó que tal vez su mente había empezado a correr antes de que lo hicieran sus piernas. "Todo saldrá bien", se repitió mentalmente. Era sorprendente lo bien que podía mentir en su cabeza.

Aún encadenada de pies y manos, Taissa intentó retener sus pasos, pero casi fue lanzada por la puerta, haciendo que tropezara y cayera de rodillas. Sus piernas temblaron cuando se levantó, y cuando vislumbró la sala, se dio cuenta de que extrañamente no tenía nada de celda.

La habitación estaba cubierta de un cálido ambiente gracias a una chimenea encendida. Paseó la mirada respaldada por un par de guardias y se estremeció cuando de un par de sofás (de los cuales solo conseguía ver el tapizado respaldo), se levantó una mujer.

El grimorio robado (La corte de los desterrados #1)Where stories live. Discover now