Capítulo 13: Cosas extraordinarias (editado)

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Con Chris ayudando a Jordy a preparar más ungüentos y jarabes para la fiebre y el dolor, que habían remitido, y Taissa encargándose de terminar con los preparativos para recibir a los enfermos, Dani y Dylan se encargaron de no solo empezar a mover a los enfermos, sino de marcar sus casas en el mapa. Había aquellos que se mostraban reacios, pero al final, todos accedieron a llevar a sus familiares enfermos a la casa del alcalde. Eran las nueve y poco cuando, con ayuda de los alguaciles, terminaron de trasladar a toda la gente. Lo más difícil sin duda, había sido que aquellos familiares no se quedaran con ellos, pues con más de cuarenta pacientes, no sobraba sitio.

Jordy ya estaba histérico, y eso que no era que hubieran llegado hacía mucho, pero después de haberse leído uno de los ejemplares, y entre Taissa y Chris el otro, estaba desesperado por no encontrar la enfermedad. Entre los tres habían escrito una serie de siete trastornos cuyos síntomas eran parecidos, pero al final los habían descartado todos. Así que mientras Jordy se encargaba de los pacientes con Dani y unos cuantos voluntarios, Taissa, Dylan y Chris estudiaban el mapa.

—¿No hay aquí un mercado? —preguntó Chris señalando una zona afectada.

—Sí, pero esta zona también lo comparte, y apenas hay casos —señaló Dylan.

—¿Y por qué aquí hay casos? —preguntó Taissa en una zona libre de contagio salvo en dos casas. Dylan negó fijándose que justo en esa zona se habían encontrado con la niña. Aún no podía soportarlo, a veces se encontraba casi yendo a por ella, pero luego cambiaba de opinión.

Taissa acercó la vela que los ayudaba a ver con más claridad el mapa, ya que hacía horas que había anochecido, y Dylan pareció tener una idea.

—Ni idea, ¿pero qué hay ahí que compartan todos? —Todos se encogieron de hombros —. El pozo.

—¿El pozo? —preguntó Taissa. Cuando Dylan había preguntado a la niña, ella le había asegurado que en su casa no había ningún afectado, y ellos tomaban el agua del pozo de esa región. Dylan buscó todos los que había. Tres, y casualmente casi todas las zonas afectadas estaban alrededor de uno de ellos.

—Tiene que ser eso.

—Pero entonces, ¿qué hay de esto? —preguntó Taissa, haciendo mención a aquellos casos ajenos.

—Preguntemosles —sugirió.

—De momento deberíamos sellar el pozo, por si acaso —dijo Chris. Taissa asintió.

—¿Te encargas mientras vamos a preguntar a las familias?

—Claro. Mejor encargarnos ahora para que no sigan utilizándolo, aunque me da una pereza, con el frío que hace —Taissa suspiró, coincidiendo.

—No seáis quejicas —replicó con una sonrisa.

Aunque Dylan había pasado muchísimo tiempo en las tierras de su padre, él no había nacido allí, y el lugar del que provenía y que ya apenas recordaba, era un manto tan helado que Dylan sintió que decir que hacía frío era un insulto para aquella tierra. Émtira era una tierra inhóspita y prácticamente desolada y vacía, en donde el viento era el único que conocía los secretos de sus huéspedes, y también el único que sabía cuando desvelarlos. Era algo que había solido decirle su madre.

Dylan cogió su abrigo, y le pasó el suyo a Taissa. Ésta se lo puso mientras él sujetaba la lámpara de aceite. Chris ya se había ido. Dylan se puso un gorro con su mano libre y justo antes de salir, Jordy los detuvo —Dylan —lo llamó, agarrándolo de la manga de su abrigo —, ¿has visto al sr. Fiennes? Lo he buscado desde que hemos llegado —Este negó.

—¿El sr. Fiennes? ¿Quién es? —preguntó Taissa.

—Él nos avisó de los casos —le explicó Dylan —. Se suponía que le daría la bienvenida a Chris cuando éste llegara, pero no él no lo ha visto. ¿Y le has preguntado al alcalde? Era uno de sus mayordomos —sugirió.

El grimorio robado (La corte de los desterrados #1)Where stories live. Discover now