Capitulo 11.-

2.8K 170 5
                                    


Lauren's POV.

Encendí un cigarrillo y sentí como la primera calada de humo iba relajando mis pulmones. Mis músculos estaban tensos, y mi corazón aún palpitaba con violencia sobre mi pecho.
Apoyé mi espalda sobre el concreto de la pandereta, y seguí fumando mi cigarrillo. Nada más que silencio me rodeaba. Todos los estudiantes estaban dentro de sus respectivas aulas, tomando estúpidas clases. Nunca me ha gustado ir a la escuela, creo que es una pérdida de tiempo. Pero, los padres y sus estúpidas reglas y sueños de querer lo mejor para sus hijos. "Tienes que ir a la Universidad, estudiar una buena carrera y conseguir un trabajo. Formar una familia y bla bla bla". Pura mierda.
Apreté los puños, y solté un gruñido con el humo de cigarro saliendo de mi nariz, cuando recordé lo sucedido con Camila. ¿Quién mierda se cree ella que es? ¿Por qué defiende a esa idiota recién aparecida? No es más que una estúpida cobarde, que en la primera oportunidad se esconde tras las faldas, y Camila como es una reverenda estúpida, le cree.
—¿Es que acaso no se da cuenta cómo Gigi la mira? —susurré, botando el humo, convirtiéndolo en un perfecto anillo– Por supuesto que no.
—¿Con quién hablas, Lauren?
Giré mi cabeza, al escuchar una voz femenina, un poco chillona a mi lado derecho. Una morena, de pelo hasta los hombros me sonreía de medio lado. Recorrí su cuerpo de arriba abajo y maldije por lo bajo. Ella era jodidamente ardiente.
—¿Y tú? ¿Quién eres? –enarqué una ceja, relamí los labios. Hey idiota, no te olvides de Camila susurró la voz en mi cabeza. ¿Camila? ¿Quién es Camila? Ah, sí. La chica defiende-imbéciles.
—Mi nombre es Stella —ella caminó hacia mí, y cuando se detuvo, pude oler el perfume de su cabello. Canela, me gusta—. ¿No me recuerdas?
—¿Tendría que hacerlo?
Ella se acercó a mí, y dibujó mi mandíbula con su uña. Debía reconocer que ella era caliente. Pero era una más como todas. Se relamió los labios, de una manera que nunca antes había visto, haciendo despertar las ganas en mi.
—Por supuesto que sí... —jugueteó con mi cabello. Sacó mi mano del bolsillo de mi jeans, y la posó sobre su estrecha cintura—. Yo era, tu antigua novia.
Ya, vale, esa no me la creía. Podía haber perdido la memoria pero no era un estúpida. ¿Ella, mi novia? Sí, ella estaba como quería, y podía calentar completamente el Polo Norte y todas las mierdas, pero creo, que ni siquiera con dos dedos de frente la hubiera elegido como mi novia. Algunas chicas solo eran para pasar el rato, por ejemplo, ella. Pero el asunto de la novia, era sumamente delicado para mí. A la chica que elegiría o elegí como novia, era porque realmente la quería en serio. Si bien, he sido --por lo que me han contado y he escuchado-- una chica que jugaba con los sentimientos y cuerpos de las chicas, pero con el asunto de la novia no. Si elegía a una chica como mi novia, eso tenía que haber ido en serio. Y ella, de tan solo mirarla, no lo era.
—¿Ah, sí? —susurré con sarcasmo siguiéndole el juego, lo cual ella no notó. Asintió, acercando su rostro al mío— Creo que deberías ayudarme a recordarte ¿no?
Sin titubear, y sin escrúpulos ni nada, la morena chocó sus labios junto a los míos. Sabía, a ciencia cierta que esta chica se estaba pasando de lista y se estaba aprovechando porque había perdido la memoria, pero ¿Qué tiene de malo? Maldición, quiero decir..., las chicas como yo somos demasiado primitivos. Dormir, follar, comer. Tres cosas fáciles.
A buen entendedor, pocas palabras.
Lancé el cigarrillo al suelo, y con ambas manos, la acerqué un poco más a mí. Sé que estábamos en un lugar público, y la escuela no era el lugar indicado para manosear a una chica, pero vamos ¿a quién mierda le importaban las reglas? A mí, no. Apreté su trasero con rudeza, y ella soltó un gemido que se vio ahogado en mis labios. Introduje mi lengua dentro de su boca, saboreando su sabor, explorando su cavidad bucal más a fondo. De pronto, hacía mucho calor ahí.
Cuando dispuse a soltar su redondo culo y deslizar mis manos hasta su espalda, escuché una tos carente de realidad a unos metros de nosotros. No quise tomarle atención y seguí explorando el cuerpo de la morena, sintiendo sus manos tironear mi cabello.
La tos se volvió a escuchar, y gruñí en el beso. ¿Es que acaso una no puede tener privacidad? Seguí el beso, y la tos volvió. Me separé de la morena, y la miré. Sus labios entreabiertos, estaba hinchados. Me envió una mirada llena de lujuria y sonreí de medio lado. Dirigí la mirada sobre su cabeza, pensando las mil maneras de matar a golpes al idiota que interrumpió ese caliente momento. Pero todo se fue a la reverenda mierda, cuando vi a Camila, parada a unos metros. Ella era la que estaba tosiendo.
Quité mis manos del culo de la chica como si quemara. De un manotazo la aparté de mi camino. La vergüenza corría por mi cuerpo. Tragué con dificultad cuando sentí la sangre fluir a mis mejillas, cambiando mi rostro de color. ¿Desde cuándo Lauren Jauregui  se sonrojan? Camila enarcó una ceja y la comisura de sus labios formaron una sonrisa que no alcanzó a llegar a sus ojos. Sus  ojos se volvieron agua, pero ella los cerró con fuerza, y cuando los volvió a abrir, su mirada era dura. Llena de resentimiento y recelo por mí.
—A... —traté de hablar, forzando a mi cerebro a crear una excusa creíble, pero maldición, nada se me ocurría. Todo estaba bastante claro. —¿Qué haces aquí?
¿Qué maldita pregunta es esa?
—Solo venía a pedirte disculpas por haberte hablado de ese modo hace unos minutos —ella alzó la barbilla, tratando de contener el agua en sus ojos—, pero veo que estás ocupada. Lo siento mucho por interrumpir tu sesión de besuqueo diario. Pero ¿te doy un consejo? —susurró, de manera cómplice. Parpadeé perplejo, ella se lo estaba tomando bastante bien, creo— Para eso existen los moteles. Ya sabes, para follar putas y esas cosas.
Una exclamación de indignación se escuchó por parte de la morena a mis espaldas. Tranquila querida, que eso es lo que eres.
—Yo no...
—¿No es lo que yo pienso? ¿No estabas haciendo nada? Relájate —me interrumpió—, nosotras no somos nada —remarcó la última palabra, haciendo un ademán con su pequeña mano—. Puedes hacer lo que se venga la puta gana.
—Camila, yo...
Pero ella giró sobre sus talones, y me dejó con la palabra en la boca. ¡Maldición! Maldita morena, maldita testosterona, maldita yo, que no puede ver una cosa con piernas moviéndose.

Same Mistake (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora