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¿Quién no tiene un amor platónico? ¿Alguien famoso o no tan famoso que le vuelve loca?

El mío se llama Jude Coleman y es mi vecino. Sí, a los flechazos hay que mencionarles siempre con el apellido porque tienen más fuerza. No es lo mismo decir Harry, que puede ser cualquiera, que decir Harry Styles. Sin embargo, Jude no sabe de mi existencia como mujer disponible para que la quieran. Me ve más bien como... ¿una hermana? Y es algo terriblemente triste y vergonzoso. ¿Sabéis quién es Adonis del que Afrodita se enamoró? Pues ese es él. Y cuanto más le miro más guapo es.

—¡Marnie! —grita mi madre desde el otro lado de la casa. Tiro el teléfono sobre mi cama, resoplo y bajo las escaleras corriendo hasta la entrada de la casa—. He dejado los pañales en el baño, aunque no creo que la tengas que cambiar.

—Si no paras me vas a marear —bromeo. Ella me mira con mala cara. Me tira el juguete favorito de mi hermana y frunce el ceño.

—Eres responsable de ella.

—Lo sé.

—También tienes el biberón en la nevera por si tiene hambre.

—Hasta luego —añado empujándola para que se marche de una vez.

—No te acuestes muy tarde.

—Pasadlo bien —insisto, empujándola hacia la salida. No es la primera vez que me deja sola con mi hermana, pero hace tiempo que no salen a cenar en pareja y se la ve nerviosa—. Por cierto, Abby va a venir.

—¡Ay, dios mío! —se queja, exagerando el gesto con las manos. George y yo nos reímos, pero él tira de ella antes de que me pueda decir nada más.

Eres lo suficientemente mayor para tu madre cuando te deja a cargo de tu hermana de tan solo unos meses para salir de noche. Por suerte Abby viene para ayudarme, porque a pesar de que Daniela sea mi hermana, no tengo ni idea de cómo cuidar a un bebé.

—¿Has hablado con él? —me dice mi amiga nada más entrar en casa.

—Sí —contesto con una sonrisa y corro a mi habitación para coger mi teléfono. Cuando bajo, Abby está haciendo sonar un muñeco para que Daniela se ría.

—¿A qué esperas para contármelo?

Cuando mi madre y yo nos mudamos a esta ciudad, no conocía a nadie excepto a Abby. Ella me habló de una web para hablar con gente de todo el mundo y me atreví a crear un perfil. No tenía nada que perder. Hablé durante un tiempo con personas muy interesantes: de España, de Japón, de Ecuador... Pero me di cuenta de que al final esas relaciones no iba a ningún lugar, por lo que dejé de utilizarla.

Tiempo después me habló un chico. En su perfil ponía que era de mi misma ciudad. Nunca nos dijimos los nombres, sino que nos referíamos al otro por nuestro nombre de usuario. Supe que era un chico por sus gustos, aunque eso generalmente no dice mucho, pero una vez se refirió a él como una persona que claramente era hombre. Hablábamos de todo: series, libros, música y hasta de filosofía. Al cabo de un tiempo establecimos una norma: no compartir información privada como el nombre de nuestra calle o nuestro número de teléfono. Había visto en la televisión muchas historias de secuestradores virtuales que te trataban de sacar los datos para encontrarte y eso me daba un poco de miedo. Sin embargo, nuestro nombre no me parecía peligroso. Al fin y al cabo, solo era un nombre, nada de apellidos.

Conquistando al chico de mis sueños © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora