27.

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—¿Es una cita?

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—¿Es una cita?

—No es una cita.

—Pero vas a ir a cenar con sus padres —me dice Abby.

—¿Y?

—Pues que eso es una cita en toda regla.

No se lo había contado precisamente por este motivo, pero no he podido seguir manteniéndolo en secreto. Durante esta semana he procurado no pensar mucho en ello, pero como nos hemos pasado prácticamente todos los descansos juntos, ha sido inevitable no pensar en ello.

—Como lo vuelvas a decir te juro que... —la amenazo.

Por dentro me estoy muriendo de nervios. No sé por qué he aceptado. ¿Con sus padres? Abby tiene razón, parece una cita. Quiere presentarme formalmente. Ay, dios. Bueno, quizá sea formalmente como buena amiga. No puedo darle tanta importancia cuando no la tiene.

—¿Qué? —añade haciéndose la macarra, un gesto que suele hacer a menudo, y luego se ríe—. ¿Quieres que te haga esa trenza o no?

Niego con la cabeza y me pongo una horquilla para recoger una parte del pelo.

Wade ha venido a recogerme y mi madre ha insistido en que pasara. Ha traído una rosa como la que me regaló en el instituto, aunque esa acabó destrozada.

—¿Sabes qué? —me dice cuando George y Wade se quedan hablando en la cocina—. Tu padre me regaló una rosa en nuestra primera, después me regaló una cada mes que cumplíamos.

—Mamá, esto no es una cita —le explico algo incómoda, dejando la flor dentro de un vaso de agua que ha sacado—. Y la rosa es para decorar la casa, no para mí.

Ella me mira con indiferencia y se va a por mi hermana, que ha empezado a llorar. Yo aprovecho la oportunidad para coger a Wade y marcharnos.

Me he mantenido en silencio durante todo el camino sin poder evitar en lo que ha dicho mi madre y en mi padre. Le echo tanto de menos. Sonrío y trato de controlar las emociones, que se agolpan en mi interior como un torbellino. Tomo aire y, cuando me quiero dar cuenta, ya hemos llegado a su casa. Entonces veo mi reflejo y vuelvo a suspirar, frunciendo el ceño. Abby se ha pasado con el pintalabios rojo.

—¿Tienes un pañuelo? —pregunto antes de salir del coche.

—¿Vas a llorar?

—No, idiota. Es... esto.

Señalo mi boca y él no lo comprende, así que busco en la guantera y encuentro un paquete de pañuelos. Al sacarlo, un plástico cuadrado se cae. Me agacho y lo cojo con rapidez. Al instante me doy cuenta de lo que es.

—¿Tienes preservativos?

Su cara es un cuadro. Me lo quita de las manos y lo vuelve a meter en el compartimento, cerrándolo de golpe.

—Nunca se sabe.

—¿Nunca se sabe?

Es muy divertido verle tan nervioso.

Conquistando al chico de mis sueños © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora