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—¿Por qué le dijiste que estabas casada?

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—¿Por qué le dijiste que estabas casada?

Le he contado la historia de la mujer a Wade y no ha dejado de partirse de risa en todo el camino. Sin embargo, he decidido omitir el verdadero motivo por el que fuimos y lo que averigüe sobre su amigo.

—Era la única manera de hacer que se marchara —le explico fingiendo angustia. En el fondo, también me resulta divertido—. No tiene gracia.

—Es que no es creíble.

—¿Por qué no? —cuestiono y me giro para mirarle.

—Porque eres... —empieza, pero le corto.

—Ten cuidado con lo que vas a decir.

Mi amenaza parece divertirle aún más. Me mira de reojo y suelta una carcajada.

—Iba a decir que eres muy inocente para todo lo que implica estar casada.

—¿Eso qué quiere decir? —Le miro con los ojos entrecerrados y él alza las cejas mirándome durante un breve instante—. Y tú eres muy imbécil. Te sorprenderías de lo que soy capaz de hacer.

—¿Ah, sí?

Acelera un poco, pero luego mantiene la velocidad. No hay apenas coches en la carretera.

—Jamás lo sabrás.

—No digo que la inocencia sea mala —explica encogiéndose de hombros—. Tiene su encanto.

Nos metemos por un camino de piedras que da a otra carretera un poco menos cuidada.

—¿Encanto?

—Te hace ser más... adorable. —Ahora soy yo la que se ríe. Él frunce el ceño—. La conclusión es que no se te puede dejar sola.

—Hay veces que es mejor estar sola que mal acompañada —digo en tono burlón y él se hace el ofendido.

—¿Me llamas mala compañía? ¿A mí? Si soy un ángel.

Me paso los siguientes cinco minutos riendo. Wade, en cambio, no habla más. Se centra en el camino y hace que busque un punto exacto en el mapa y le indique.

—¿Me vas a decir ya a dónde me llevas? —pregunto al ver que nos metemos de nuevo en una carretera de piedras. Solo se ve el campo

—No puedo.

—¿Por qué? ¿Acaso no dijiste que no era una cita? No debería ser un misterio —inquiero, pero él parece disfrutarlo.

—¿Es que quieres que sea una cita?

—No he... Yo no he dicho eso.

Resoplo y vuelvo a mirar al mapa. Le señalo la dirección y gira por el camino de la izquierda. Al final está consiguiendo ponerme nerviosa.

—Tranquila, no eres mi tipo.

Siento una punzada en el estómago.

—Es cierto, a ti te van las rubias con las tetas apretadas —respondo a la defensiva.

Conquistando al chico de mis sueños © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora