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Nunca he podido dormir con luz y menos con la luz del sol

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Nunca he podido dormir con luz y menos con la luz del sol. En cuanto se ha empezado a colar por la ventana, me he despertado. Me ha costado unos largos minutos darme cuenta de donde estoy. Mierda. Intento levantarme y noto algo pesado sobre mis piernas. Me froto los ojos y veo que se trata de Wade, ¿qué hace sobre mí? Entonces un hedor espantoso sube hasta mi nariz: el vómito.

Trato de quitarle de encima, pero no se mueve. Apenas respira. Por un segundo temo que esté muerto, así que le empujo con todas mis fuerzas para comprobarlo.

—Déjame en paz —dice en un gruñido y se agarra más a mi pierna como si fuese un koala.

—Wade, despierta —me quejo, moviendo la pierna.

Al menos la opción de muerto queda descartada. De repente abre los ojos y me mira. Parece asustado o tal vez sorprendido por verme en su cama. Sí, yo también lo estoy.

—¿Qué haces aquí? ¿Qué ha pasado? —empieza mientras se sienta en la cama, al moverse tan bruscamente se lleva la mano a la cabeza por el dolor—. ¿No te habrás aprovechado de mí?

—Estabas borracho, imbécil —contesto lanzándole un cojín. Me da igual que le duela la cabeza. Me levanto, dispuesta a marcharme, y escucho un ruido en el piso de arriba. Le miro asustada—. ¿Cómo me voy a marchar?

—Por la puerta, ya sabes dónde está —repone tumbándose de nuevo.

—Estúpido, me vas a llevar a casa ahora mismo —añado tirando de su brazo para que se levante—. No he cuidado de ti toda la noche para que ahora me dejes tirada.

—Espérate un rato más —responde y se gira. Con el movimiento, me lleva a mí con él a la cama y acabo cayendo a su lado.

—Wade, levántate o llamo a la policía y digo que me has secuestrado —le amenazo, pero él no me suelta la mano. Sigue con los ojos cerrados, así que le doy una pequeña bofetada. Ni se inmuta.

—¿No te puedes ir sola?

—Mi casa está lejos.

Vuelve a gruñir, se da la vuelta y resopla, pero acaba levantándose.

—Dame un minuto —dice y se mete en el baño.

Al instante escucho el agua correr, supongo que para lavarse los dientes. Cuando sale con una toalla alrededor de la cintura y el pelo mojado me doy cuenta de lo que verdaderamente hacía.

—¡¿Te estabas duchando?!

Me quedo mirándole, tal vez más de lo debido, mientras él se echa desodorante, dejando toda la habitación perfumada. Me giro con una mezcla de vergüenza y enfado y espero a que se vista.

—¿Querías haber entrado? —contesta en tono burlón. No vuelvo a mirarle, pero procuro que uno de los cojines le golpee.

Coge algo de ropa y vuelve a meterse en el baño. Al menos tiene decencia.

Conquistando al chico de mis sueños © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora