28.

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—¿Dónde te has metido hoy?

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—¿Dónde te has metido hoy?

Abby lleva unos días bastante rara y no porque esté enferma, hay algo que no me quiere contar y no entiendo por qué si ella me cuenta siempre todo. Cuando entro a su habitación y veo el desorden, mi teoría se confirma: algo va mal. Ella, al contrario que yo, es la persona más ordena del mundo. Si ve una camiseta mía en el suelo, al segundo la recoge y la deja en su sitio. Admito que alguna vez la he utilizado para que me recogiera la habitación, pero luego la he invitado a comer, eso compensa.

—Abby, ¿estás bien?

Me acerco lentamente esquivando los pantalones.

—Me duele el estómago.

—¿Segura? ¿Tienes la regla? No nos toca hasta...

Saco el teléfono y miro la aplicación que tenemos para apuntarlo. Solemos coincidir la mayoría de las veces con un día o dos de diferencia.

—No quiero hablar —contesta y se da la vuelta para no mirarme.

Me siento junto a ella en la cama.

—Hagamos un trato. Me lo cuentas y yo te cuento una cosa que ha pasado hoy en clase.

—No es cierto. Nunca pasa nada —se queja y se hunde más en el edredón.

Tiene razón, no se lo puedo negar, pero ¿qué otra cosa le puedo decir?

—No quiero que te burles de mí.

Parece una niña pequeña con un berrinche. La cojo del hombro y hago que se gire para mirarme.

—¿Por qué iba a hacerlo?

—O que te enfades —insiste con un puchero.

—Abby, ¿qué has hecho?

Preocupada, hago que se incorpore. Ella coge la almohada y pega un grito contra ella. Temiéndome lo peor, se lo quito y la miro insistente.

—Soy... —comienza en un tono tan bajo que apenas se escucha.

La impaciencia puede conmigo.

—¿Qué?

—Soy...

De nuevo silencio.

—Abbigail Coleman. Haz el favor de hablar claro.

Muerta de curiosidad, hago que se enderece. Ella toma aire y me mira con decisión.

—Creo que me gustan las chicas... —dice por fin y luego niega con la cabeza, lo cual me confunde—. Creo no. Me gustan las chicas. ¡Me gustan las chicas! —exclama y vuelve a coger la almohada como si tuviese que protegerse de algo—. Ya puedes odiarme.

—¿Odiarte? —contesto desconcertada, arrugando la nariz—. ¿Por qué iba a hacerlo?

—La gente no lo aceptaría —dice con tristeza, encogiéndose de hombros.

Conquistando al chico de mis sueños © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora